EL PRINCIPIO Y EL FIN DEL GLORIOSO MISTERIO DE LA VOLUNTAD DE DIOS
El Principio y El Fin del Glorioso Misterio de la Voluntad de Dios
Por Alfonso M. Suárez
En este artículo, hablaremos del glorioso misterio de la voluntad de Dios (Efesios 1:8-10), conocido también en el tiempo del hombre, como el gran misterio de la piedad (1. Timoteo 3:16).
También podríamos decirlo de otra manera, y en nada cambiaría la inspiración o contexto de la doctrina, como el origen y cumplimiento del misterio de Dios preparado desde antes de la fundación del mundo, según el puro afecto de su voluntad (Efesios 1:5).
Todo con Dios es Eterno, desde su Espíritu hasta el último de sus atributos divinos que lo caracterizan como el único Dios absoluto; y a la misma vez, el misterio glorioso que Él se propuso consigo mismo en la “pasada” eternidad (o “antes” del tiempo), para nuestra gloria, tendrá un feliz cumplimiento precisamente en la misma eternidad, para dar paso al reino eterno de nuestro Señor Jesucristo (2. Pedro 1:11).
Todo creyente Pentecostal del Nombre de Jesús, debe conocer el PRINCIPIO y el FIN o el ORÍGEN y CUMPLIMIENTO del misterio de Dios, según el consejo de su voluntad, a fin de ubicarse en las páginas de las Sagradas Escrituras, conocimiento que hace más comprensible, más dinámico y más emocionante la lectura y estudio de la Palabra de Dios:
- Haciéndonos entender los grandes misterios revelados por Dios,
- Aclarando el por qué Dios nos habla y actúa en el Antiguo Testamento desde su naturaleza Invisible, y a la misma vez se manifiesta libremente usando teofanías, para siglos después sorprender a la humanidad al hacer su habitación en medio de los hombres, haciéndose como uno de ellos, sin poner en “peligro” su esencia eterna, su trono y su reino.
- Nos hace comprender por qué el único Dios de la eternidad y del Antiguo Testamento, habla muchas veces empleando términos pluralizados, sin que afecten para nada su absoluta Divinidad.
- Y cuando llegamos a los últimos años de la dispensación de la ley (el tiempo narrado por Mateo, Marcos, Lucas y Juan), observamos cómo se cumple al pie de la letra la exceptuación (de Dios como el Espíritu Eterno, Invisible) de la sujeción hecha al Hijo (en su condición de siervo, humano y visible), para que podamos comprender el por qué Jesús, como Hijo de Dios y humano, tiene “Dios y Padre” como todos, sin contradecir o destruir su absoluta Divinidad, y sin atentar en lo más mínimo, su completa humanidad.
- Nos hace comprender porque “deja” su trono de gloria y se manifiesta como hombre, sin dejar de ser Dios y de continuar a la misma vez en su trono como Soberano y Señor de todo. Recuerden que Jesús dijo: “antes que Abraham fuese YO SOY (Juan 8:58). También, “nadie me quita la vida” (Juan 10:18).
- Y el por qué en esa misma condición de Hijo y humana (en los días de su carne), ora, clama e intercede por los suyos (Hebreos 5:7), y al mismo tiempo Él es el que responde las oraciones: “Venid A MÍ todos los que estáis trabajados y cargados, que YO os haré DESCANSAR...” (Mateo 11. 28).
- El por qué nos habla proféticamente de Él, y de un Hijo y un Siervo, que en ese mismo tiempo y al final, sería ÉL MISMO (manifestado en la carne).
- Nos hace entender por qué en los días de su carne, puede hablar, actuar, orar, ayunar, sentir, etc., como hombre; y a la misma vez, hablar y actuar, como el mismo Dios de la eternidad y del Antiguo Testamento.
- Luego, cuando Él mismo por su muerte, sepultura, resurrección y ascensión, establece su iglesia gloriosa, a partir de los Hechos capítulo 2, inaugurando la dispensación del Nuevo Pacto o de la Gracia de Dios, después de volver en el Espíritu como lo había prometido a sus discípulos, de que estaría con ellos para siempre y no los dejaría huérfanos, revelándonos su condición y función de Consolador y Santificador, propia solo de su rol como el Espíritu de Dios.
- Comprendemos entonces en qué momento actúa 100% como hombre y en qué momento 100% como Dios, pues en la encarnación Él se manifestó simultáneamente como Padre y como Hijo, sin causar ninguna violencia en contra de su naturaleza Divina y humana.
- Vemos clara y palpablemente como el Padre y el Hijo, o lo que es lo mismo, Dios en su esencia y Dios manifestado en carne, se manifiesta paralelamente en las páginas de las Escrituras, mientras que dure este glorioso misterio de su voluntad.
- Pero sobre todo, nos hace comprender y aprender simultáneamente el uso del lenguaje de Dios, respecto a la terminología inspirada sobre el Padre y el Hijo, sin hacer dos o tres “personas divinas y distintas”, como lo enseñó heréticamente el tristemente célebre credo apóstata, llamado Credo de Atanasio o Credo Atanasiano.
- Finalmente, sólo esta gloriosa determinación eterna, conocida como el misterio de la voluntad de Dios o misterio de la Piedad, es la única que le da un sentido especial y general al propósito de Dios de revelar su voluntad a través de los siglos y generaciones, sin afectar para nada su naturaleza Divina o eterna, durante el desarrollo terrenal del mismo, y de su cumplimiento final en la eternidad nuevamente.
Todo creyente del Nombre de Jesús, interesado en conocer las grandes profundidades de los tesoros de sabiduría en Cristo, debe aprender con humildad a comprometerse en el estudio constante y serio de las Sagradas Escrituras y a estar dispuesto a aceptar con verdadera humildad y sujeción al Espíritu, lo que las mismas Escrituras le aconsejan hacer para conocerlas.
Isaías, es el profeta honrado por Dios para recordar la enseñanza de su Ley a los sacerdotes impíos de Judá, que al olvidar los mandamientos y ordenanzas de la Ley de Dios, también perdieron el sentido de la voluntad de Dios, por lo cual fue necesario que el Espíritu nuevamente les manifestara la manera que Dios había determinado para que volvieran a aprender su Palabra y por ende su voluntad, y lo hace interrogándolos de la siguiente manera:
“¿A quién se enseñará ciencia, o a quién se hará entender doctrina? ¿A los quitados de la leche? ¿A los arrancados de los pechos? Porque mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá” (Isaías 28:9-10).
Y es así también que la “hermenéutica” de Dios, ha determinado que estudiemos su Palabra de la misma manera. No menospreciando la sencillez o simplicidad como Dios enseña y recuerda su Palabra, pues todo con Dios hay que hacerlo según el consejo de su voluntad, y no según nuestras propias ideas u opiniones.
Tomando como base esa exhortación dada a los sacerdotes de Judá, preguntémonos también: ¿Cómo hacemos para conocer dónde se origina y dónde se cumple el misterio de la voluntad de Dios?
Debemos principiar contestando esa pregunta, diciendo que existen dos pasajes en las Sagradas Escrituras que pueden responderla con toda certeza, y son Efesios 1:3-12 y 1. Corintios 15:24-28, los cuales dicen lo siguiente:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En Él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo...” (Efesios 1:3-12).
“Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte. Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas. Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos” (1. Corintios 15:24-28).
El creyente estudioso y cuidadoso de las Escrituras, sujeto al Espíritu de la revelación bíblica y a la letra inspirada, notará inmediatamente de que si en 1. Corintios encontramos EL FIN (o cumplimiento) del glorioso misterio de la voluntad de Dios, entonces sin lugar a dudas debe haber habido un comienzo de todo, y ese PRINCIPIO (u origen) del mismo, nos lo marca inequívocamente el pasaje completo de Efesios 1:3-12.
El orden Divino y Escritural es el siguiente: Principio (u origen) del propósito de la voluntad de Dios: Efesios 1:3-12. Fin (o cumplimiento) de su determinación eterna: 1. Corintios 15:24-28.
Todo el panorama y desarrollo de este glorioso misterio revelado ahora a la iglesia, comienza en la eternidad después de estar guardado desde “tiempos eternos” EN DIOS MISMO (Romanos 16:25):
Inmediatamente que Dios determina comenzar su creación, empieza con la creación de los ángeles y el universo. No sabemos cuántas “edades” eternas pasaron también en ese estado original perfecto, hasta que salió a la luz la rebelión de Lucifer y sus ángeles que no guardaron su dignidad, mas dejaron su habitación (Judas 6). El mundo aparece desordenado, vacío y en tinieblas y Dios lo ordena (Génesis 1 y 2). Después se muestra el pecado del hombre.
De aquí en adelante, Dios y el misterio de su voluntad, cubren toda la historia bíblica inspirada por el mismo Espíritu de Dios, pasa por todo el Antiguo Testamento, se introduce en la nueva dispensación de la Gracia o de la Iglesia, donde el Señor Jesucristo, aún en su condición como Hijo, es también Dios sobre todas las cosas (Romanos 9:5), y en quien habita toda la plenitud de la Divinidad, corporalmente (Colosenses 2:9). Este misterio llega hasta el fin de Apocalipsis, para luego cumplirse en su totalidad en la eternidad, cuando Cristo termina su condición, función y estado de sujeción como Hijo, para continuar siendo lo que siempre ha sido, Dios sobre todas las cosas, aun de la misma eternidad.
Con estos dos puntos fundamentales de la revelación bíblica (principio y fin del misterio de la voluntad de Dios), pasada, presente y futura en forma esquemática, podemos establecer con toda confianza que este orden y propósito Divino, tiene su comienzo glorioso en la eternidad, se introduce a la historia de la humanidad a través del tiempo del hombre, concretamente durante el tiempo del Antiguo Testamento sin darlo a conocer completamente (Romanos 16:25), hasta que en los últimos años de la dispensación de la Ley (el tiempo que nos narran Mateo, Marcos, Lucas y Juan), Dios se manifiesta en carne para dar comienzo a la realización del misterio de la voluntad de Dios, con ÉL MISMO PRESENTE en la condición de hombre, hecho semejante a los hombres (Filipenses 2:7-8).
Damos gracias al Señor Jesucristo por la más grande revelación que el hombre creyente haya tenido en toda la historia de la humanidad y del pueblo de Israel, como es la de conocer por la revelación del Espíritu de Dios, que Él mismo en su condición original de Dios, como el Espíritu Eterno, realizó este precioso y glorioso misterio de su voluntad CONSÍGO MISMO, para efectos de nuestra redención, bendición y herencia eterna, sin necesidad de estar acompañado de otro “mayor” que Él, ni de “crear” a otro “menor” que Él, ni mucho menos de “engendrar” a otro “igual” a Él.
En este artículo, hablaremos del glorioso misterio de la voluntad de Dios (Efesios 1:8-10), conocido también en el tiempo del hombre, como el gran misterio de la piedad (1. Timoteo 3:16).
También podríamos decirlo de otra manera, y en nada cambiaría la inspiración o contexto de la doctrina, como el origen y cumplimiento del misterio de Dios preparado desde antes de la fundación del mundo, según el puro afecto de su voluntad (Efesios 1:5).
Todo con Dios es Eterno, desde su Espíritu hasta el último de sus atributos divinos que lo caracterizan como el único Dios absoluto; y a la misma vez, el misterio glorioso que Él se propuso consigo mismo en la “pasada” eternidad (o “antes” del tiempo), para nuestra gloria, tendrá un feliz cumplimiento precisamente en la misma eternidad, para dar paso al reino eterno de nuestro Señor Jesucristo (2. Pedro 1:11).
Todo creyente Pentecostal del Nombre de Jesús, debe conocer el PRINCIPIO y el FIN o el ORÍGEN y CUMPLIMIENTO del misterio de Dios, según el consejo de su voluntad, a fin de ubicarse en las páginas de las Sagradas Escrituras, conocimiento que hace más comprensible, más dinámico y más emocionante la lectura y estudio de la Palabra de Dios:
- Haciéndonos entender los grandes misterios revelados por Dios,
- Aclarando el por qué Dios nos habla y actúa en el Antiguo Testamento desde su naturaleza Invisible, y a la misma vez se manifiesta libremente usando teofanías, para siglos después sorprender a la humanidad al hacer su habitación en medio de los hombres, haciéndose como uno de ellos, sin poner en “peligro” su esencia eterna, su trono y su reino.
- Nos hace comprender por qué el único Dios de la eternidad y del Antiguo Testamento, habla muchas veces empleando términos pluralizados, sin que afecten para nada su absoluta Divinidad.
- Y cuando llegamos a los últimos años de la dispensación de la ley (el tiempo narrado por Mateo, Marcos, Lucas y Juan), observamos cómo se cumple al pie de la letra la exceptuación (de Dios como el Espíritu Eterno, Invisible) de la sujeción hecha al Hijo (en su condición de siervo, humano y visible), para que podamos comprender el por qué Jesús, como Hijo de Dios y humano, tiene “Dios y Padre” como todos, sin contradecir o destruir su absoluta Divinidad, y sin atentar en lo más mínimo, su completa humanidad.
- Nos hace comprender porque “deja” su trono de gloria y se manifiesta como hombre, sin dejar de ser Dios y de continuar a la misma vez en su trono como Soberano y Señor de todo. Recuerden que Jesús dijo: “antes que Abraham fuese YO SOY (Juan 8:58). También, “nadie me quita la vida” (Juan 10:18).
- Y el por qué en esa misma condición de Hijo y humana (en los días de su carne), ora, clama e intercede por los suyos (Hebreos 5:7), y al mismo tiempo Él es el que responde las oraciones: “Venid A MÍ todos los que estáis trabajados y cargados, que YO os haré DESCANSAR...” (Mateo 11. 28).
- El por qué nos habla proféticamente de Él, y de un Hijo y un Siervo, que en ese mismo tiempo y al final, sería ÉL MISMO (manifestado en la carne).
- Nos hace entender por qué en los días de su carne, puede hablar, actuar, orar, ayunar, sentir, etc., como hombre; y a la misma vez, hablar y actuar, como el mismo Dios de la eternidad y del Antiguo Testamento.
- Luego, cuando Él mismo por su muerte, sepultura, resurrección y ascensión, establece su iglesia gloriosa, a partir de los Hechos capítulo 2, inaugurando la dispensación del Nuevo Pacto o de la Gracia de Dios, después de volver en el Espíritu como lo había prometido a sus discípulos, de que estaría con ellos para siempre y no los dejaría huérfanos, revelándonos su condición y función de Consolador y Santificador, propia solo de su rol como el Espíritu de Dios.
- Comprendemos entonces en qué momento actúa 100% como hombre y en qué momento 100% como Dios, pues en la encarnación Él se manifestó simultáneamente como Padre y como Hijo, sin causar ninguna violencia en contra de su naturaleza Divina y humana.
- Vemos clara y palpablemente como el Padre y el Hijo, o lo que es lo mismo, Dios en su esencia y Dios manifestado en carne, se manifiesta paralelamente en las páginas de las Escrituras, mientras que dure este glorioso misterio de su voluntad.
- Pero sobre todo, nos hace comprender y aprender simultáneamente el uso del lenguaje de Dios, respecto a la terminología inspirada sobre el Padre y el Hijo, sin hacer dos o tres “personas divinas y distintas”, como lo enseñó heréticamente el tristemente célebre credo apóstata, llamado Credo de Atanasio o Credo Atanasiano.
- Finalmente, sólo esta gloriosa determinación eterna, conocida como el misterio de la voluntad de Dios o misterio de la Piedad, es la única que le da un sentido especial y general al propósito de Dios de revelar su voluntad a través de los siglos y generaciones, sin afectar para nada su naturaleza Divina o eterna, durante el desarrollo terrenal del mismo, y de su cumplimiento final en la eternidad nuevamente.
Todo creyente del Nombre de Jesús, interesado en conocer las grandes profundidades de los tesoros de sabiduría en Cristo, debe aprender con humildad a comprometerse en el estudio constante y serio de las Sagradas Escrituras y a estar dispuesto a aceptar con verdadera humildad y sujeción al Espíritu, lo que las mismas Escrituras le aconsejan hacer para conocerlas.
Isaías, es el profeta honrado por Dios para recordar la enseñanza de su Ley a los sacerdotes impíos de Judá, que al olvidar los mandamientos y ordenanzas de la Ley de Dios, también perdieron el sentido de la voluntad de Dios, por lo cual fue necesario que el Espíritu nuevamente les manifestara la manera que Dios había determinado para que volvieran a aprender su Palabra y por ende su voluntad, y lo hace interrogándolos de la siguiente manera:
“¿A quién se enseñará ciencia, o a quién se hará entender doctrina? ¿A los quitados de la leche? ¿A los arrancados de los pechos? Porque mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá” (Isaías 28:9-10).
Y es así también que la “hermenéutica” de Dios, ha determinado que estudiemos su Palabra de la misma manera. No menospreciando la sencillez o simplicidad como Dios enseña y recuerda su Palabra, pues todo con Dios hay que hacerlo según el consejo de su voluntad, y no según nuestras propias ideas u opiniones.
Tomando como base esa exhortación dada a los sacerdotes de Judá, preguntémonos también: ¿Cómo hacemos para conocer dónde se origina y dónde se cumple el misterio de la voluntad de Dios?
Debemos principiar contestando esa pregunta, diciendo que existen dos pasajes en las Sagradas Escrituras que pueden responderla con toda certeza, y son Efesios 1:3-12 y 1. Corintios 15:24-28, los cuales dicen lo siguiente:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En Él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo...” (Efesios 1:3-12).
“Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte. Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas. Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos” (1. Corintios 15:24-28).
El creyente estudioso y cuidadoso de las Escrituras, sujeto al Espíritu de la revelación bíblica y a la letra inspirada, notará inmediatamente de que si en 1. Corintios encontramos EL FIN (o cumplimiento) del glorioso misterio de la voluntad de Dios, entonces sin lugar a dudas debe haber habido un comienzo de todo, y ese PRINCIPIO (u origen) del mismo, nos lo marca inequívocamente el pasaje completo de Efesios 1:3-12.
El orden Divino y Escritural es el siguiente: Principio (u origen) del propósito de la voluntad de Dios: Efesios 1:3-12. Fin (o cumplimiento) de su determinación eterna: 1. Corintios 15:24-28.
Todo el panorama y desarrollo de este glorioso misterio revelado ahora a la iglesia, comienza en la eternidad después de estar guardado desde “tiempos eternos” EN DIOS MISMO (Romanos 16:25):
Esquema # 1
Un Solo Dios Habitando la Eternidad _ Un Solo Misterio Desde la Eternidad
- “el Alto y sublime, el que habita la eternidad” (Isaías 57:15)
- “Aún antes que hubiese día, Yo Era” (Isaías 43:13)
- “…el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo…” (Efesios 1:9)
- “conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor” (Efesios 3:11)
- “En el principio era el Verbo” (Juan 1:1)
- “oculto (o guardado en Dios) desde tiempos eternos” (Romanos 16:25).
- “…antes de la fundación del mundo” (Hechos 2:23, Efesios 1:4, 1. Pedro 1:20, Apocalipsis 13:8)
- Principio (Efesios 1:3-12) y Fin (1. Corintios 15:24-28).
Un Solo Dios Habitando la Eternidad _ Un Solo Misterio Desde la Eternidad
- “el Alto y sublime, el que habita la eternidad” (Isaías 57:15)
- “Aún antes que hubiese día, Yo Era” (Isaías 43:13)
- “…el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo…” (Efesios 1:9)
- “conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor” (Efesios 3:11)
- “En el principio era el Verbo” (Juan 1:1)
- “oculto (o guardado en Dios) desde tiempos eternos” (Romanos 16:25).
- “…antes de la fundación del mundo” (Hechos 2:23, Efesios 1:4, 1. Pedro 1:20, Apocalipsis 13:8)
- Principio (Efesios 1:3-12) y Fin (1. Corintios 15:24-28).
Inmediatamente que Dios determina comenzar su creación, empieza con la creación de los ángeles y el universo. No sabemos cuántas “edades” eternas pasaron también en ese estado original perfecto, hasta que salió a la luz la rebelión de Lucifer y sus ángeles que no guardaron su dignidad, mas dejaron su habitación (Judas 6). El mundo aparece desordenado, vacío y en tinieblas y Dios lo ordena (Génesis 1 y 2). Después se muestra el pecado del hombre.
De aquí en adelante, Dios y el misterio de su voluntad, cubren toda la historia bíblica inspirada por el mismo Espíritu de Dios, pasa por todo el Antiguo Testamento, se introduce en la nueva dispensación de la Gracia o de la Iglesia, donde el Señor Jesucristo, aún en su condición como Hijo, es también Dios sobre todas las cosas (Romanos 9:5), y en quien habita toda la plenitud de la Divinidad, corporalmente (Colosenses 2:9). Este misterio llega hasta el fin de Apocalipsis, para luego cumplirse en su totalidad en la eternidad, cuando Cristo termina su condición, función y estado de sujeción como Hijo, para continuar siendo lo que siempre ha sido, Dios sobre todas las cosas, aun de la misma eternidad.
Con estos dos puntos fundamentales de la revelación bíblica (principio y fin del misterio de la voluntad de Dios), pasada, presente y futura en forma esquemática, podemos establecer con toda confianza que este orden y propósito Divino, tiene su comienzo glorioso en la eternidad, se introduce a la historia de la humanidad a través del tiempo del hombre, concretamente durante el tiempo del Antiguo Testamento sin darlo a conocer completamente (Romanos 16:25), hasta que en los últimos años de la dispensación de la Ley (el tiempo que nos narran Mateo, Marcos, Lucas y Juan), Dios se manifiesta en carne para dar comienzo a la realización del misterio de la voluntad de Dios, con ÉL MISMO PRESENTE en la condición de hombre, hecho semejante a los hombres (Filipenses 2:7-8).
Esquema #2
Revelación y Cumplimiento del Misterio de su Voluntad
- Creación de los ángeles (Colosenses 1:16)
- Principio del tiempo: Creación del Universo y del Hombre (Génesis 1 y 2)
- El misterio es profetizado en el Antiguo Testamento (Lucas 24:44, Hechos 24:14)
- Es cumplido con la manifestación de Dios en Carne (Gálatas 4:4, Mateo 1:23)
- “tú eres mi Hijo, Yo te engendré HOY” (Salmo 2:7)
- “Aquel Verbo fue hecho carne…” (Juan 1:14)
- “…la imagen del Dios invisible” (2. Corintios 4:4, Colosenses 1:5)
- “…el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia…” (Hebreos 1:3)
- Es predicado en el tiempo de la Gracia (Hechos 20:24, 2. Corintios 6:1)
Revelación y Cumplimiento del Misterio de su Voluntad
- Creación de los ángeles (Colosenses 1:16)
- Principio del tiempo: Creación del Universo y del Hombre (Génesis 1 y 2)
- El misterio es profetizado en el Antiguo Testamento (Lucas 24:44, Hechos 24:14)
- Es cumplido con la manifestación de Dios en Carne (Gálatas 4:4, Mateo 1:23)
- “tú eres mi Hijo, Yo te engendré HOY” (Salmo 2:7)
- “Aquel Verbo fue hecho carne…” (Juan 1:14)
- “…la imagen del Dios invisible” (2. Corintios 4:4, Colosenses 1:5)
- “…el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia…” (Hebreos 1:3)
- Es predicado en el tiempo de la Gracia (Hechos 20:24, 2. Corintios 6:1)
- Juicio Final (supresión de todo dominio, toda autoridad y toda potencia contraria a los planes de Dios
- Sometimiento de sus enemigos debajo de sus pies) (1. Corintios 15:24-25)
- Cielos Nuevos y Tierra Nueva (Isaías 66:22, 2. Pedro 3:13, Apocalipsis 21:1)
- Reino Eterno de nuestro Señor Jesucristo (2. Pedro 1:11)
- Principio (Efesios 1:3-12) y Fin (1. Corintios 15:24-28).
- Sometimiento de sus enemigos debajo de sus pies) (1. Corintios 15:24-25)
- Cielos Nuevos y Tierra Nueva (Isaías 66:22, 2. Pedro 3:13, Apocalipsis 21:1)
- Reino Eterno de nuestro Señor Jesucristo (2. Pedro 1:11)
- Principio (Efesios 1:3-12) y Fin (1. Corintios 15:24-28).
Damos gracias al Señor Jesucristo por la más grande revelación que el hombre creyente haya tenido en toda la historia de la humanidad y del pueblo de Israel, como es la de conocer por la revelación del Espíritu de Dios, que Él mismo en su condición original de Dios, como el Espíritu Eterno, realizó este precioso y glorioso misterio de su voluntad CONSÍGO MISMO, para efectos de nuestra redención, bendición y herencia eterna, sin necesidad de estar acompañado de otro “mayor” que Él, ni de “crear” a otro “menor” que Él, ni mucho menos de “engendrar” a otro “igual” a Él.
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