IGLESIA PENTECOSTAL UNIDA DE COLOMBIA LA PINTADA ANTIOQUIA COLOMBIA

SOMOS UNA PAGINA CRISTIANA PARA LA HONRA Y GLORIA DE JESUCRISTO

sábado, 27 de noviembre de 2010

LEGALISMO Y GRACIA

por MIGUEL ANGEL ZANDRINO
Pienso que es posible que un buen número de creyentes considere que la lectura de la Biblia, tiene el valor de un mandamiento legal, con todas las consecuencias derivadas de su cumplimiento o de su falta. Y tengo para mí, que esta reflexión monda y lironda hará que alguno dé un respingo. Pero digo esto, no solamente en relación con la lectura de la Biblia, sino con todo lo que se refiere a la vida cristiana de cada día.
Pareciera que para muchos creyentes la gracia de Dios se aprecia claramente en relación con su salvación, en cuanto a ese venir a Dios con arrepentimiento, en ser impulsados por el Espíritu Santo a recibir las promesas del evangelio por la fe en allí terminara la vigencia de la gracia; como si la vida de relación con Dios dependiera de la fidelidad del creyente, del cumplimiento de los preceptos del evangelio y de las demandas del Señor Jesucristo.
Pareciera que no se termina de comprender en toda su plenitud, que es solamente por la gracia del Señor que sigue operando en nosotros, que podemos ser capacitados para ser fieles discípulos de Cristo. La lectura de la Biblia, o la oración, se transforman en normas que hay que cumplir, y si uno se ha propuesto dedicar a estas actividades un tiempo determinado todos los días, cuando no lo hace, no puede sino adquirir un sentimiento de culpa que resultará muy dañino para su vida espiritual. El legalismo es siempre fatal.
Por supuesto que tenemos que reconocer que somos totalmente inútiles e incapaces por solamente nuestra firme determinación, de cumplir con la voluntad de Dios y agradarle. Tenemos que llegar a la clara convicción de que solamente la gracia del Señor Jesucristo es que nos puede hacer hábiles para vivir como fieles discípulos suyos. Y desde aquí tenemos que partir en cuánto a lo que se refiere a la lectura de la Biblia, como el asunto particular del que nos ocupamos en este número de la revista.
En Romanos 8.1 dice que no hay ninguna condenación para los que viven unidos a Cristo Jesús. Precisamente, de esa constante y permanente unión con Cristo depende la vida del cristiano. Dios quiere salvarnos a nosotros, y lo ha hecho de una vez para siempre, cuando recibimos vida eterna y justificación por la fe. Pero además quiere salvar todos los días de nuestra vida, y para eso necesitamos renovar constantemente nuestra entrega a Jesucristo.
Y diariamente debemos venir al Señor con arrepentimiento y confianza en su amor y gracia, para recibirlo plenamente y vivir conscientes de su presencia y compañía. Comencemos cada día con una plegaria: "Señor, corre conmigo este día! Haz que sea bien conciente de que me acompañas, me cuidas y me auxilias. Interviene en mi vida cada vez que lo necesite. Permite, Señor, que allí a flor de la conciencia, te tenga continuamente presente y dispuesto a entregarte mi voluntad, como lo hago ahora".
Esta actitud de entrega y de dependencia hará una realidad la aspiración de vivir unido a Cristo. Hará que en mí haya una predisposición a hacer todo lo que Dios quiere de mí. Hará que vaya con vivo deseo a la Sagrada Escritura cuando llegue el momento apropiado del día, y abra el libro con una oración: "¡Señor! ilumina mi entendimiento y haz que el Espíritu Santo me aclare el mensaje de tu palabra. Que halle alegría al leerla y que tenga la disposición de escuchar tu voz".
La lectura de la Biblia en esa actitud, es un medio de gracia. Es uno de los recursos que Dios nos ha dado para ser llenos del poder y la gracia de nuestro Señor Jesucristo. La escritura es "palabra viva, y eficiente, es más aguda que espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu y pone en claro los pensamientos y las intenciones del corazón".
"Como desciende del cielo la lluvia y la nieve y empapa la tierra y la fecunda y la hace producir semilla y pan, así también -dice el Señor- la palabra que sale de mi boca no volverá vacía, sino que hará la obra que yo quiero" "Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, reprender, corregir y educar en una vida de rectitud, para que el hombre de Dios esté capacitado para hacer toda clase de bien".
La Palabra de Dios es creadora: Dios dijo -Sea la luz, y fue la luz. Los profetas hablaron la Palabra de Dios, y esa Palabra construyó la historia. La Escritura que leemos, penetra dentro de nosotros y produce un cambio profundo en toda nuestra forma de ser y pensar. Es poder de Dios que se aplica a nuestra vida diaria. Es el mismo Hijo de Dios, la Palabra Eterna, que se encarna en nosotros. Es gracia que nos rodea y nos fortalece, conduciéndonos por los caminos de Dios. Es Cristo que se hace realidad presente en nuestra vida.
Si abrimos la Biblia y oramos buscando la asistencia del Espíritu Santo para leerla comprensivamente, en la actitud de obediencia, toda nuestra vida será transformada. Volarán las páginas y nos introduciremos en su contenido con atención, interés creciente, alegría por la experiencia exultante que vivimos, y seremos enriquecidos.
Es claro, leer la Biblia es sólo uno de los medios de gracia que Dios ha provisto para nuestro crecimiento y fortaleza espiritual.
Ya hemos mencionado la importancia de la oración, y destacamos que debemos cultivar la oración tanto personal, como la comunitaria en la iglesia. Y agregamos la comunión fraternal, la participación de la Cena del Señor, escuchar la predicación de la palabra de Dios en la iglesia, y la adoración y la alabanza al Señor.
En Romanos 12.1 Pablo nos ofrece el punto de partida para vivir creciendo en la gracia y en el conocimiento de Dios, cuando dice: "Os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que es vuestro culto racional".
Esta entrega diaria, total, representa la actitud de la que se desprende el poder para cumplir con las demandas de Jesucristo. No se trata de una lista de mandamiento por sí y otra por no, que tendremos que cumplir, sino de una entrega por medio de la cual se irá manifestando en nosotros la poderosa gracia salvadora de Cristo.
Seremos transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento, se fortalecerá en nosotros la mente de Cristo que nos ha sido dada, no nos conformaremos a este siglo, sino que lograremos percibir la voluntad de Dios para nuestras vidas, que es siempre buena, agradable y perfecta. ¡Qué Dios nos conceda que aprendamos a caminar nuestra vida cristiana por la senda de la gracia de Dios! Es el camino que el Señor nos ofrece.

Etiquetas: