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martes, 23 de febrero de 2010

LAS SEÑALES Y LOS MILAGROS

Las Señales y Los Milagros

Por Edwing López

"Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán" (Marcos 16:17-18).
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Debemos hacernos tres preguntas importantes para tratar de entender este tema.
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¿Ha pasado la época de los milagros? ¿Eran los milagros para la iglesia durante sus primeros cien años? ¿Por qué la iglesia de hoy ha descuidado esta gran demostración del poder de Dios? Las Escrituras enseñan con claridad que nuestro Señor Jesucristo quiere que sus seguidores hagan señales milagrosas en Su nombre mientras el evangelio del reino es anunciado. Las pruebas bíblicas hablan por si solas al respecto.
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"Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos" (Hebreos 13:8).
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La verdad de que Jesucristo no cambia es ancla segura de la fe. Significa que los creyentes de hoy no deben sentirse satisfechos hasta que tengan la misma demostración de poder y autoridad que distinguió a Jesús y la iglesia primitiva mientras predicaban el reino de Dios.
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"Y estableció a doce, para estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios" (Marcos: 3:14-15).
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Jesucristo les dio ejemplo a sus discípulos sobre el propósito de su ministerio en la tierra. Jesucristo vino a la tierra a destruir las obras del diablo y poner en libertad a los oprimidos por Satanás y el pecado. Él les dio a sus seguidores el poder y la autoridad para continuar la batalla que Él había librado contra las fuerzas de las tinieblas. Después que Jesús nombró a los doce discípulos, les dio autoridad para echar fuera demonios, les dio autoridad para vencer todo el poder del enemigo, les dio autoridad para sanar toda enfermedad y toda dolencia.
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"Entonces llamando a sus discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia" (Mateo 10:1).
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Está claro que Jesús quiere que sus seguidores libren la batalla contra las fuerzas del mal echando fuera a los espíritus inmundos y sanando a los enfermos. Se considera esa demostración de autoridad mediante la confrontación espiritual, una manifestación continua del reino de Dios en la tierra.
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"Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos" (Lucas 9:2).
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Jesús ha enviado a sus discípulos a representarlo mediante la palabra y los hechos. Los autores de los evangelios ponen muy en claro que el mandamiento de Jesús a predicar el reino de Dios casi nunca se dio aparte del mandamiento a sanar a los enfermos y expulsar a los demonios. No hay duda que la presentación del evangelio hoy día debe de ir acompañada de la misma demostración del Espíritu y poder a fin de confrontar el desafío de Satanás en estos últimos días. Este fue el mensaje y la norma de la iglesia primitiva. ¿Está la iglesia de hoy experimentando el poder de Dios como lo vieron y experimentaron los primeros creyentes? Sino es así, mi pregunta para usted es, ¿Por qué no?
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"Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino de que vuestros nombres están escritos en los cielos" (Lucas 10:17-20).
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Jesús les dio a sus discípulos autoridad sobre serpientes y escorpiones. Estos son términos que representan las fuerzas más peligrosas de la maldad espiritual. Pero también Jesús les advierte a los discípulos que no se enfoquen en alegrarse solamente por el éxito de su ministerio y el poder sobre los demonios, sino que el verdadero gozo debe de ser producto de nuestra redención del pecado y sobre nuestra esperanza de vida eterna.
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"De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre" (Juan 14:12).
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Nuestro Señor Jesucristo desea que nosotros como sus hijos hagamos las cosas que Él hizo. "Aun mayores" incluye el evangelismo personal y la realización de milagros. Todo lo que pidiéremos en Su Nombre Él lo hará.
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"Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán" (Marcos 16:17-18).
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Esas señales que hacen los discípulos verdaderos confirman que es genuino el mensaje del evangelio, confirman que ha venido a la tierra con poder el reino de Dios, confirman que Jesucristo el resucitado acompaña a su pueblo y obra por medio de él. Esas manifestaciones espirituales deben de continuar en las iglesias de hoy hasta que vuelva Jesucristo. Las Escrituras nos dejan ver con mucha claridad que estas señales seguirán a la iglesia aun después de la resurrección de Jesucristo. Es importante notar que las señales siguen a la iglesia y no la iglesia a las señales.
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Esas señales son para todos los que han creído en el poder y autoridad de nuestro Señor Jesucristo. Para todos los creyentes que en obediencia a Él, dan buen testimonio y se han apropiado de sus promesas. La falta o ausencia de esas señales en muchas iglesias modernas de hoy, no indica que Jesucristo haya incumplido sus promesas. Él afirma que la falta está en el corazón de sus seguidores.
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"¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuando he de estar con vosotros? ¿Hasta cuando os he de soportar? Traédmelo acá" (Mateo 17:17).
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Este texto refleja el concepto de Jesús respecto a los discípulos y las iglesias que dejan de ministrar a los demás en el genuino poder del reino de Dios. Cuando se deja de liberar a los oprimidos por Satanás se demuestra la falta de fe, la falta de conocimiento y la falta de autoridad espiritual. Nuestro Señor Jesucristo quiere que su iglesia demuestre la autoridad y poder que Él nos ha dado a través de Su Santo Espíritu. Para esto hace falta la fe, la oración y el ayuno, tres cosas que muchos han descuidado hoy.
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"Vinieron entonces los discípulos a Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera? Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuvieres fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. Pero este género no sale sino con oración y ayuno" (Mateo 17:19-21).
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La fe de la que Jesús nos habla es una fe genuina. Es una fe que puede mover montañas, realizar milagros y sanidades, y llevar a cabo grandes cosas para Dios. Es una fe eficaz que produce resultados, es una fe en Dios. La fe genuina es una obra de Dios dentro del corazón del creyente. Incluye una conciencia divinamente impartida al corazón de que las oraciones son respondidas. Es importante que nos acerquemos a Dios, a Su Palabra, y sobre todo profundizar la consagración y la confianza en Él. Esa fe llega cuando se depende de Él para todo.
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"Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer" (Juan 15:5).

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