UNO SOMOS
El Dogma de la Trinidad no Está Escrito en la Biblia
Por Julio César Clavijo Sierra
“…todo trinitario acepta, que en el A.T. la doctrina [hablando de la Trinidad] no aparece definida en una fórmula que podamos poner en un pizarrón [es decir, que pueda ponerse por escrito]” – Pablo Santomauro (escritor trinitario). [1]
"La Trinidad es una parte importante de la doctrina cristiana tardía, está claro que el término no aparece en el Nuevo Testamento. Igualmente, el concepto desarrollado de tres compañeros iguales en la Deidad encontrada en las formulaciones de los credos tardíos no puede descubrirse claramente dentro de los confines del canon [es decir, dentro de las páginas de la Biblia]” – Daniel N. Scholwalter (escritor trinitario). [2]
En la inmensa mayoría de las facultades de teología de las universidades e institutos bíblicos de todo el mundo, los profesores andan escribiendo en sus libros, en sus guías y en sus tableros de clase, la formulación acerca de un dios trinitario del cual no se habla en la Biblia por ninguna parte. De igual manera, en la inmensa mayoría de los púlpitos de las iglesias que se autodenominan cristianas, se predica acerca de ese dios trinitario, a pesar de que en la Biblia no encontramos una declaración formal (ni informal) acerca de ese dios. Lamentablemente, los estudiantes de teología y los miembros de las iglesias trinitarias, asumen que todo lo que sus maestros enseñan sobre la trinidad es verdad, y por eso dejan que sus mentes sean contaminadas por esa idea extrabíblica y no la cuestionan, por lo cual se pervierten en la adoración de ese dios trino, que es un dios diferente al verdadero Dios de la Santa Escritura. Por haberse extraviado del Dios verdadero, caen muy fácilmente en otras muchas doctrinas y formas de vida antibíblicas, y se cumple en ellos la Escritura que dice: “Se multiplicarán los dolores de aquellos que sirven diligentes a otro dios” (Salmo 16:4).
Los académicos trinitarios, saben que al colocar en los tableros (o pizarrones) de clase, la expresión formal de la doctrina acerca de su dios, ellos no pueden ampararse en ninguna declaración bíblica que diga exactamente lo mismo, o que por lo menos lo diga de una manera equivalente. Cuando ellos dicen que hay “tres personas distintas y un solo Dios verdadero”, saben que esa declaración no la hallaron en las páginas de la Santa Escritura, sino que la extrajeron del Credo de Atanasio, que es un escrito realizado a finales del siglo quinto, alrededor de 400 años después de que se terminó de escribir la Biblia.
Como lo dice Pablo Santomauro, todo trinitario sabe que en el Antiguo Testamento no aparece escrita la fórmula trinitaria que dice: “tres personas distintas y un solo Dios verdadero” (o alguna equivalente), demostrando que no es de la Biblia de donde ellos obtuvieron semejante declaración. En cientos de ocasiones, en el Antiguo Testamento está escrito que sólo hay un Dios y ese es el principal mandamiento para el pueblo de Israel (Deuteronomio 6:4), pero nunca dice que mientras que Dios es uno (en cierta forma) sea a la vez tres (en otra cierta forma). Así que los trinitarios no se conforman a lo que está escrito y peor aún atentan contra lo que está escrito, abusando y torciendo la Palabra de Dios. Ellos desobedecen por completo las porciones de la Escritura que dicen:
“Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8).
“Esforzaos, pues, mucho en guardar y hacer todo lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés, sin apartaros de ello ni a diestra ni a siniestra” (Josué 23:6).
“Guarda los preceptos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y mandamientos, sus decretos y sus testimonios, de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello que emprendas” (1 Reyes 2:3).
“Andad, consultad a Jehová por mí y por el remanente de Israel y de Judá acerca de las palabras del libro que se ha hallado; porque grande es la ira de Jehová que ha caído sobre nosotros, por cuanto nuestros padres no guardaron la palabra de Jehová, para hacer conforme a todo lo que está escrito en este libro” (2 Crónicas 34:21).
También, el escritor trinitario Daniel N. Scholwalter, dice que en el Nuevo Testamento (o en la Biblia entera) no se puede descubrir ninguna formulación trinitaria de tres personas coiguales en Dios, como sí se encuentra en los credos tardíos (Credo de Nicea, Credo de Atanasio, etc.). Así expone abiertamente que los trinitarios han pensado más allá de lo que está escrito en la Biblia y por eso están envanecidos (1. Corintios 4:6).
Jesucristo nos enseñó que con el poder de lo que está escrito en su Palabra, podemos resistir y vencer al enemigo (Mateo 4:4, 4:7, 4:10; Lucas 4:4, 4:8). Lamentablemente, cuando los trinitarios intentan buscar respaldo bíblico para el dios en el que ellos creen, notan con profunda angustia que en la Biblia el dogma que dice “tres personas distintas y un solo Dios verdadero” (o un dicho quivalente) no se encuentra escrito, así que están totalmente desprovistos del poder de la Palabra de Dios, para respaldar su creencia en el dios trino. Al verse desamparados, es que comienzan a imaginar e inventar que algunos textos bíblicos sí hablan de su dios trino, torciéndolos para hacerlos parecer en sintonía con su dogma, pero no se dan cuenta que cuando éstos se miran de acuerdo con el monoteísmo estricto del que habla la Biblia, anulan cualquier idea trinitaria de Dios.
Si tú amas al Dios de la Escritura, pero todavía te encuentras perdido en el dogma antibíblico de la Trinidad, te invito a que te arrepientas del pecado de adorar a otro dios, y creas de todo corazón en Jesucristo, quien es el único y verdadero Dios que se manifestó en carne para venir a salvar (Isaías 9:6, Mateo 1:23, 1. Timoteo 3:16). No tengas temor de pensar por fuera del molde trinitario en el que el maligno te ha metido para engañarte y hacerte mal. “¡Tú alma puede salir de la oscuridad y venir a la luz! ¡Sí! ¡Toma el camino de la salvación del Nuevo Testamento que se encuentra en Hechos 2:38! Fue el mismo Señor Jesús quien reveló su gracia por las palabras de Hechos 2:38”. [3]
Notas
[1] Pablo Santomauro. La Deshonestidad Intelectual de los Pentecostales Unicitarios.
http://www.salvacioneterna.com/clavijo_02.pdf
Nota: Para ver una refutación de dicho artículo, lea: Pablo Santomauro y su Falso Testimonio de Deshonestidad Intelectual, en
http://trinitarismo.blogspot.com/2009/09/pablo-santomauro-y-su-falso-testimonio.html
[2] Daniel N. Scholwalter. Trinity. pág. 782. Compañía Oxford de la Biblia. Bruce M. Metzger y Michael D. Coogan, Editors.
[3] Cohen Gary Reckart. El Bautismo y Hechos 2:38
http://trinitarismo.blogspot.com/2010/08/el-bautismo-y-hechos-238.html
“…todo trinitario acepta, que en el A.T. la doctrina [hablando de la Trinidad] no aparece definida en una fórmula que podamos poner en un pizarrón [es decir, que pueda ponerse por escrito]” – Pablo Santomauro (escritor trinitario). [1]
"La Trinidad es una parte importante de la doctrina cristiana tardía, está claro que el término no aparece en el Nuevo Testamento. Igualmente, el concepto desarrollado de tres compañeros iguales en la Deidad encontrada en las formulaciones de los credos tardíos no puede descubrirse claramente dentro de los confines del canon [es decir, dentro de las páginas de la Biblia]” – Daniel N. Scholwalter (escritor trinitario). [2]
En la inmensa mayoría de las facultades de teología de las universidades e institutos bíblicos de todo el mundo, los profesores andan escribiendo en sus libros, en sus guías y en sus tableros de clase, la formulación acerca de un dios trinitario del cual no se habla en la Biblia por ninguna parte. De igual manera, en la inmensa mayoría de los púlpitos de las iglesias que se autodenominan cristianas, se predica acerca de ese dios trinitario, a pesar de que en la Biblia no encontramos una declaración formal (ni informal) acerca de ese dios. Lamentablemente, los estudiantes de teología y los miembros de las iglesias trinitarias, asumen que todo lo que sus maestros enseñan sobre la trinidad es verdad, y por eso dejan que sus mentes sean contaminadas por esa idea extrabíblica y no la cuestionan, por lo cual se pervierten en la adoración de ese dios trino, que es un dios diferente al verdadero Dios de la Santa Escritura. Por haberse extraviado del Dios verdadero, caen muy fácilmente en otras muchas doctrinas y formas de vida antibíblicas, y se cumple en ellos la Escritura que dice: “Se multiplicarán los dolores de aquellos que sirven diligentes a otro dios” (Salmo 16:4).
Los académicos trinitarios, saben que al colocar en los tableros (o pizarrones) de clase, la expresión formal de la doctrina acerca de su dios, ellos no pueden ampararse en ninguna declaración bíblica que diga exactamente lo mismo, o que por lo menos lo diga de una manera equivalente. Cuando ellos dicen que hay “tres personas distintas y un solo Dios verdadero”, saben que esa declaración no la hallaron en las páginas de la Santa Escritura, sino que la extrajeron del Credo de Atanasio, que es un escrito realizado a finales del siglo quinto, alrededor de 400 años después de que se terminó de escribir la Biblia.
Como lo dice Pablo Santomauro, todo trinitario sabe que en el Antiguo Testamento no aparece escrita la fórmula trinitaria que dice: “tres personas distintas y un solo Dios verdadero” (o alguna equivalente), demostrando que no es de la Biblia de donde ellos obtuvieron semejante declaración. En cientos de ocasiones, en el Antiguo Testamento está escrito que sólo hay un Dios y ese es el principal mandamiento para el pueblo de Israel (Deuteronomio 6:4), pero nunca dice que mientras que Dios es uno (en cierta forma) sea a la vez tres (en otra cierta forma). Así que los trinitarios no se conforman a lo que está escrito y peor aún atentan contra lo que está escrito, abusando y torciendo la Palabra de Dios. Ellos desobedecen por completo las porciones de la Escritura que dicen:
“Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8).
“Esforzaos, pues, mucho en guardar y hacer todo lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés, sin apartaros de ello ni a diestra ni a siniestra” (Josué 23:6).
“Guarda los preceptos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y mandamientos, sus decretos y sus testimonios, de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello que emprendas” (1 Reyes 2:3).
“Andad, consultad a Jehová por mí y por el remanente de Israel y de Judá acerca de las palabras del libro que se ha hallado; porque grande es la ira de Jehová que ha caído sobre nosotros, por cuanto nuestros padres no guardaron la palabra de Jehová, para hacer conforme a todo lo que está escrito en este libro” (2 Crónicas 34:21).
También, el escritor trinitario Daniel N. Scholwalter, dice que en el Nuevo Testamento (o en la Biblia entera) no se puede descubrir ninguna formulación trinitaria de tres personas coiguales en Dios, como sí se encuentra en los credos tardíos (Credo de Nicea, Credo de Atanasio, etc.). Así expone abiertamente que los trinitarios han pensado más allá de lo que está escrito en la Biblia y por eso están envanecidos (1. Corintios 4:6).
Jesucristo nos enseñó que con el poder de lo que está escrito en su Palabra, podemos resistir y vencer al enemigo (Mateo 4:4, 4:7, 4:10; Lucas 4:4, 4:8). Lamentablemente, cuando los trinitarios intentan buscar respaldo bíblico para el dios en el que ellos creen, notan con profunda angustia que en la Biblia el dogma que dice “tres personas distintas y un solo Dios verdadero” (o un dicho quivalente) no se encuentra escrito, así que están totalmente desprovistos del poder de la Palabra de Dios, para respaldar su creencia en el dios trino. Al verse desamparados, es que comienzan a imaginar e inventar que algunos textos bíblicos sí hablan de su dios trino, torciéndolos para hacerlos parecer en sintonía con su dogma, pero no se dan cuenta que cuando éstos se miran de acuerdo con el monoteísmo estricto del que habla la Biblia, anulan cualquier idea trinitaria de Dios.
Si tú amas al Dios de la Escritura, pero todavía te encuentras perdido en el dogma antibíblico de la Trinidad, te invito a que te arrepientas del pecado de adorar a otro dios, y creas de todo corazón en Jesucristo, quien es el único y verdadero Dios que se manifestó en carne para venir a salvar (Isaías 9:6, Mateo 1:23, 1. Timoteo 3:16). No tengas temor de pensar por fuera del molde trinitario en el que el maligno te ha metido para engañarte y hacerte mal. “¡Tú alma puede salir de la oscuridad y venir a la luz! ¡Sí! ¡Toma el camino de la salvación del Nuevo Testamento que se encuentra en Hechos 2:38! Fue el mismo Señor Jesús quien reveló su gracia por las palabras de Hechos 2:38”. [3]
Notas
[1] Pablo Santomauro. La Deshonestidad Intelectual de los Pentecostales Unicitarios.
http://www.salvacioneterna.com/clavijo_02.pdf
Nota: Para ver una refutación de dicho artículo, lea: Pablo Santomauro y su Falso Testimonio de Deshonestidad Intelectual, en
http://trinitarismo.blogspot.com/2009/09/pablo-santomauro-y-su-falso-testimonio.html
[2] Daniel N. Scholwalter. Trinity. pág. 782. Compañía Oxford de la Biblia. Bruce M. Metzger y Michael D. Coogan, Editors.
[3] Cohen Gary Reckart. El Bautismo y Hechos 2:38
http://trinitarismo.blogspot.com/2010/08/el-bautismo-y-hechos-238.html
lunes 20 de septiembre de 2010
Yo y el Padre Uno Somos - La Unicidad de Dios
Por Zoilo Alvarado Flóres
TEXTO MEMORIAL: “Yo y el Padre una cosa somos” (Juan 10:30).
INTRODUCCIÓN: En esta lección Hablaremos de la Unicidad de Dios, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento; con el propósito de enseñar, que solamente hay un Dios, un único Ser en la Divinidad, y que Jesucristo es ese único Dios y no hay más.
I. ISAÍAS HABLA DE LA UNICIDAD DE DIOS
Creemos que hay un solo Dios que se ha manifestado al mundo en distintas formas o roles, a fin de revelarnos algo de su Ser maravilloso. Él es llamado el Padre porque es el Creador de todas las cosas y porque por medio del nuevo nacimiento nos hace sus hijos. Se manifestó como Hijo (o como un hombre perfecto) en la redención de la humanidad. Le conocemos como Espíritu Santo, por su naturaleza espiritual y santa, y por su capacidad de derramarse en los corazones de los creyentes. Dios no está limitado a estas tres manifestaciones o roles, pues hay también otras muchas maneras en las que Él se ha revelado a la humanidad, como por ejemplo, El Buen Pastor que cuida de su pueblo escogido.
“El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es” (Mr.12:29; Dt. 6:4). “Nosotros empero no tenemos más que un Dios…” (1ª Co. 8:5). “…para que me conozcáis y creáis, y entendáis que Yo mismo soy; antes de mí no fue formado Dios, ni lo será después de mí. Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve” (Is. 43:10).
Con un profundo agradecimiento en nuestros corazones, glorificamos al Señor Jesús por esta revelación tan especial que hemos recibido de parte de Él, respecto a su Nombre y su Poder. Se debe a una revelación directa que Dios ha dado a su Pueblo Escogido desde el principio. Esto de conocer, creer y entender que Él Mismo es el que desde el principio se manifestó a Abraham, a Moisés y a todos los profetas, y que se ha manifestado en carne en estos días, es para nosotros de grande bendición.
Cuando Isaías dice: “…Yo mismo soy…” habla de la Unicidad de Dios de una manera clara y convincente. Luego añade, “…antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí.” Este texto destruye todo argumento que enseña que Cristo es un “Dios engendrado”, un “Dios Hijo” o una “Segunda Persona” de una supuesta trinidad, pues Cristo es Dios bendito por los siglos (Ro. 9:5). No son dioses aquellos que el hombre labra con sus manos, o aquellos que inventa con su imaginación (Is. 44:9-20), como el supuesto dios trino, del que nunca habla la Biblia en alguna de sus páginas.
El Profeta Isaías dice otra vez: “…No hay Dios sino yo. No hay Fuerte; no conozco ninguno” (Is. 44:8). Por ello creemos que hay un solo Dios, un Fuerte y no dos. Y si Él dice que no conoce a ninguno, el hombre menos debería atreverse a decir que hay dos o tres componiendo la Deidad, como deseando saber más que Dios mismo. Isaías el Profeta pudo explicar la Unicidad de Dios, de una manera muy sabia cuando dijo: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre (habló del nombre de Jesúscristo) Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Is. 9:6). Debemos notar lo bien que Isaías habló de la Unicidad de Dios en Cristo, poniéndolo en el lugar que le corresponde, y no como algunos “teólogos” que ponen a Cristo en segundo y a veces en último lugar. Isaías también anunció diciendo: “…mas sobre ti nacerá Jehová y sobre ti será vista su gloria” (Is. 60:2; Versión Antigua).
II. JESÚS COMO HOMBRE, HABLA DE LA UNICIDAD DE DIOS
“Yo y el Padre una cosa somos” (Jn. 10:30). Esta declaración del Señor causó consternación entre los judíos. Ellos le dijeron: “Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios” (v. 33). Pero ellos no pudieron creer que siendo Dios se manifestó como un hombre; y que por eso era natural que Él hablara de sí mismo como el único Dios. Cristo les dijo: “…creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí y yo en el Padre” (vs. 38).
Otra gran declaración del Señor respecto a la Unicidad de Dios, son sus famosas palabras: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn. 14:6) Con mucha exactitud y claridad Cristo dijo: “…nadie viene al Padre”, pero no dijo: “nadie va al Padre”, como si el Padre fuera otro diferente. Y añade: “Si me conocieses, también a mi Padre conocerías; y desde ahora le conocéis y le habéis visto”. Si se recuerda, todas estas palabras las usó el Profeta Isaías (conozcáis y creáis), pues estamos hablando del conocimiento pleno o sea del conocimiento de la verdad (1ª Ti. 2:4).
Felipe carecía de este conocimiento y le dijo: “Señor, muéstranos al Padre, y nos basta” (Jn. 14:8) Jesús le dijo: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿Cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” (vs.9). Este pasaje en verdad deja atónitos a muchos que desean que la Biblia no dijera así. Esto me recuerda de un hombre trinitario, que aferrado a su creencia extrabíblica, me decía que los apóstoles se habían equivocado, ya que el mandamiento sobre el bautismo estaba en Mateo 28:19; mientras que yo le explicaba que el cumplimiento de ese mandamiento está en Hechos 2:38. No cabe duda que es el Señor el que se manifiesta así mismo y se revela según su santa voluntad (Mt. 11:27).
III. PABLO HABLA DE LA UNICIDAD DE DIOS.
“Porque en Él (Cristo) habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad…” (Col. 2:9). Este es uno de los textos principales en la doctrina de la Unicidad de Dios, porque indica claramente que en Cristo habita todo Dios y todo lo de Dios. Cristo es la manifestación perfecta visible de Dios, y es el único Dios. En Cristo, el Dios invisible se hizo visible. La carne del Hijo de Dios, fue el velo tras el cual Dios se reveló. El Dios invisible se dio a conocer en la carne, y por eso el que ha visto a Cristo ha visto verdaderamente al Padre (Jn. 1:18, 12:45, 14:8). Jesús es la gloria de Dios manifestada (Is. 40:5) y si no fuera por su manifestación en carne, sería imposible para el hombre ver la gloria de Dios. Esa gloria se pudo ver en parte en el Monte de la Transfiguración, cuando Cristo se transformó delante de sus discípulos escogidos (Mt. 17:1-8). Pablo habla de la Unicidad de Dios con firmeza y confianza, cuando dice: “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne…” (1ª Ti. 3:16).
Pablo dice que no hay discusión. Si alguien quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios (1ª Co. 11:16) Aunque habla aquí de otro tema, creo que se aplica a este también; pues nosotros debemos estar convencidos en nuestra fe. No nos debe mover cualquier viento de doctrina, sino que debemos estar arraigados y cimentados en la verdad. “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en Él; arraigados y sobreedificados en Él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias” (Col. 2:6-7). Pablo añade: “Yo sé a quién he creído” (2ª Ti. 1:12). Este conocimiento es indispensable para afirmarnos en la verdad. Quienes no se afirman bien, el viento se los lleva.
Tal vez algunos estén todavía confusos y aun como Felipe que siendo discípulo no sabía la verdad. Este es el tiempo en que usted puede venir al conocimiento de la verdad. Pues Jesús es el que salva y sana. En su Nombre hay perdón de pecados, ya que Él (en su condición de hombre) fue el que murió voluntariamente en rescate por muchos, “…para que todo aquel que en él cree no se pierda más tenga vida eterna” (Jn. 3:16).
Cristo es el Creador (Jn. 1:10), Él es el Padre (Is. 9:6), Él es el Hijo (Jn. 1:34), Él es el Espíritu Santo (Col. 1:27), Él es el Buen Pastor (Sal. 23:1, Jn. 10:11), Él es el Todopoderoso que al mundo ha de venir (Ap. 1:8). Él es Uno y Uno es su Nombre (Zac. 14:9). En Él estamos completos (Col. 2:10); Él es Jehová Dios del Antiguo Testamento manifestado en carne. No hay dos ni tres personas divinas y distintas; sólo hay un Dios verdadero (Jn. 5:20).
CONCLUSIÓN: He aquí esta breve exposición sobre la Unicidad de Dios. El Profeta visionario Isaías nos habla muy claramente de este tema tan hermoso. Él es uno de los profetas mayores que más se distingue sobre cosas semejantes. Para Isaías Dios es Uno y fuera de Él no hay quien salve. Cristo como hombre, nos enseña de la Unicidad de Dios, y Él sabe de esto mejor que nadie, pues Él (en su humanidad) salió de Dios y vino al mundo (Jn. 8:42).
Sin embargo, debemos entender que Cristo no vino exclusivamente a decir que Él era Dios; porque el mundo no sólo necesitaba a un Dios, sino a un Salvador que lo redimiera del pecado y de la muerte; esa es la misión que como Hijo de Dios, Cristo vino a hacer, y la hizo.
Finalmente, el Apóstol Pablo nos habla de la Unicidad de Dios. Él fue el apóstol agraciado con una revelación directa de Dios. La virtud del Señor operaba maravillosamente en él, y él hizo honor a esa revelación guardándose íntegro en todo. Su ejemplo es para nosotros un camino a seguir. Pablo dice: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro Gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos…” (Tito 2:11-14).
TEXTO MEMORIAL: “Yo y el Padre una cosa somos” (Juan 10:30).
INTRODUCCIÓN: En esta lección Hablaremos de la Unicidad de Dios, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento; con el propósito de enseñar, que solamente hay un Dios, un único Ser en la Divinidad, y que Jesucristo es ese único Dios y no hay más.
I. ISAÍAS HABLA DE LA UNICIDAD DE DIOS
Creemos que hay un solo Dios que se ha manifestado al mundo en distintas formas o roles, a fin de revelarnos algo de su Ser maravilloso. Él es llamado el Padre porque es el Creador de todas las cosas y porque por medio del nuevo nacimiento nos hace sus hijos. Se manifestó como Hijo (o como un hombre perfecto) en la redención de la humanidad. Le conocemos como Espíritu Santo, por su naturaleza espiritual y santa, y por su capacidad de derramarse en los corazones de los creyentes. Dios no está limitado a estas tres manifestaciones o roles, pues hay también otras muchas maneras en las que Él se ha revelado a la humanidad, como por ejemplo, El Buen Pastor que cuida de su pueblo escogido.
“El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es” (Mr.12:29; Dt. 6:4). “Nosotros empero no tenemos más que un Dios…” (1ª Co. 8:5). “…para que me conozcáis y creáis, y entendáis que Yo mismo soy; antes de mí no fue formado Dios, ni lo será después de mí. Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve” (Is. 43:10).
Con un profundo agradecimiento en nuestros corazones, glorificamos al Señor Jesús por esta revelación tan especial que hemos recibido de parte de Él, respecto a su Nombre y su Poder. Se debe a una revelación directa que Dios ha dado a su Pueblo Escogido desde el principio. Esto de conocer, creer y entender que Él Mismo es el que desde el principio se manifestó a Abraham, a Moisés y a todos los profetas, y que se ha manifestado en carne en estos días, es para nosotros de grande bendición.
Cuando Isaías dice: “…Yo mismo soy…” habla de la Unicidad de Dios de una manera clara y convincente. Luego añade, “…antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí.” Este texto destruye todo argumento que enseña que Cristo es un “Dios engendrado”, un “Dios Hijo” o una “Segunda Persona” de una supuesta trinidad, pues Cristo es Dios bendito por los siglos (Ro. 9:5). No son dioses aquellos que el hombre labra con sus manos, o aquellos que inventa con su imaginación (Is. 44:9-20), como el supuesto dios trino, del que nunca habla la Biblia en alguna de sus páginas.
El Profeta Isaías dice otra vez: “…No hay Dios sino yo. No hay Fuerte; no conozco ninguno” (Is. 44:8). Por ello creemos que hay un solo Dios, un Fuerte y no dos. Y si Él dice que no conoce a ninguno, el hombre menos debería atreverse a decir que hay dos o tres componiendo la Deidad, como deseando saber más que Dios mismo. Isaías el Profeta pudo explicar la Unicidad de Dios, de una manera muy sabia cuando dijo: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre (habló del nombre de Jesúscristo) Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Is. 9:6). Debemos notar lo bien que Isaías habló de la Unicidad de Dios en Cristo, poniéndolo en el lugar que le corresponde, y no como algunos “teólogos” que ponen a Cristo en segundo y a veces en último lugar. Isaías también anunció diciendo: “…mas sobre ti nacerá Jehová y sobre ti será vista su gloria” (Is. 60:2; Versión Antigua).
II. JESÚS COMO HOMBRE, HABLA DE LA UNICIDAD DE DIOS
“Yo y el Padre una cosa somos” (Jn. 10:30). Esta declaración del Señor causó consternación entre los judíos. Ellos le dijeron: “Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios” (v. 33). Pero ellos no pudieron creer que siendo Dios se manifestó como un hombre; y que por eso era natural que Él hablara de sí mismo como el único Dios. Cristo les dijo: “…creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí y yo en el Padre” (vs. 38).
Otra gran declaración del Señor respecto a la Unicidad de Dios, son sus famosas palabras: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn. 14:6) Con mucha exactitud y claridad Cristo dijo: “…nadie viene al Padre”, pero no dijo: “nadie va al Padre”, como si el Padre fuera otro diferente. Y añade: “Si me conocieses, también a mi Padre conocerías; y desde ahora le conocéis y le habéis visto”. Si se recuerda, todas estas palabras las usó el Profeta Isaías (conozcáis y creáis), pues estamos hablando del conocimiento pleno o sea del conocimiento de la verdad (1ª Ti. 2:4).
Felipe carecía de este conocimiento y le dijo: “Señor, muéstranos al Padre, y nos basta” (Jn. 14:8) Jesús le dijo: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿Cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” (vs.9). Este pasaje en verdad deja atónitos a muchos que desean que la Biblia no dijera así. Esto me recuerda de un hombre trinitario, que aferrado a su creencia extrabíblica, me decía que los apóstoles se habían equivocado, ya que el mandamiento sobre el bautismo estaba en Mateo 28:19; mientras que yo le explicaba que el cumplimiento de ese mandamiento está en Hechos 2:38. No cabe duda que es el Señor el que se manifiesta así mismo y se revela según su santa voluntad (Mt. 11:27).
III. PABLO HABLA DE LA UNICIDAD DE DIOS.
“Porque en Él (Cristo) habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad…” (Col. 2:9). Este es uno de los textos principales en la doctrina de la Unicidad de Dios, porque indica claramente que en Cristo habita todo Dios y todo lo de Dios. Cristo es la manifestación perfecta visible de Dios, y es el único Dios. En Cristo, el Dios invisible se hizo visible. La carne del Hijo de Dios, fue el velo tras el cual Dios se reveló. El Dios invisible se dio a conocer en la carne, y por eso el que ha visto a Cristo ha visto verdaderamente al Padre (Jn. 1:18, 12:45, 14:8). Jesús es la gloria de Dios manifestada (Is. 40:5) y si no fuera por su manifestación en carne, sería imposible para el hombre ver la gloria de Dios. Esa gloria se pudo ver en parte en el Monte de la Transfiguración, cuando Cristo se transformó delante de sus discípulos escogidos (Mt. 17:1-8). Pablo habla de la Unicidad de Dios con firmeza y confianza, cuando dice: “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne…” (1ª Ti. 3:16).
Pablo dice que no hay discusión. Si alguien quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios (1ª Co. 11:16) Aunque habla aquí de otro tema, creo que se aplica a este también; pues nosotros debemos estar convencidos en nuestra fe. No nos debe mover cualquier viento de doctrina, sino que debemos estar arraigados y cimentados en la verdad. “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en Él; arraigados y sobreedificados en Él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias” (Col. 2:6-7). Pablo añade: “Yo sé a quién he creído” (2ª Ti. 1:12). Este conocimiento es indispensable para afirmarnos en la verdad. Quienes no se afirman bien, el viento se los lleva.
Tal vez algunos estén todavía confusos y aun como Felipe que siendo discípulo no sabía la verdad. Este es el tiempo en que usted puede venir al conocimiento de la verdad. Pues Jesús es el que salva y sana. En su Nombre hay perdón de pecados, ya que Él (en su condición de hombre) fue el que murió voluntariamente en rescate por muchos, “…para que todo aquel que en él cree no se pierda más tenga vida eterna” (Jn. 3:16).
Cristo es el Creador (Jn. 1:10), Él es el Padre (Is. 9:6), Él es el Hijo (Jn. 1:34), Él es el Espíritu Santo (Col. 1:27), Él es el Buen Pastor (Sal. 23:1, Jn. 10:11), Él es el Todopoderoso que al mundo ha de venir (Ap. 1:8). Él es Uno y Uno es su Nombre (Zac. 14:9). En Él estamos completos (Col. 2:10); Él es Jehová Dios del Antiguo Testamento manifestado en carne. No hay dos ni tres personas divinas y distintas; sólo hay un Dios verdadero (Jn. 5:20).
CONCLUSIÓN: He aquí esta breve exposición sobre la Unicidad de Dios. El Profeta visionario Isaías nos habla muy claramente de este tema tan hermoso. Él es uno de los profetas mayores que más se distingue sobre cosas semejantes. Para Isaías Dios es Uno y fuera de Él no hay quien salve. Cristo como hombre, nos enseña de la Unicidad de Dios, y Él sabe de esto mejor que nadie, pues Él (en su humanidad) salió de Dios y vino al mundo (Jn. 8:42).
Sin embargo, debemos entender que Cristo no vino exclusivamente a decir que Él era Dios; porque el mundo no sólo necesitaba a un Dios, sino a un Salvador que lo redimiera del pecado y de la muerte; esa es la misión que como Hijo de Dios, Cristo vino a hacer, y la hizo.
Finalmente, el Apóstol Pablo nos habla de la Unicidad de Dios. Él fue el apóstol agraciado con una revelación directa de Dios. La virtud del Señor operaba maravillosamente en él, y él hizo honor a esa revelación guardándose íntegro en todo. Su ejemplo es para nosotros un camino a seguir. Pablo dice: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro Gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos…” (Tito 2:11-14).
domingo 12 de septiembre de 2010
Por Medio del Bautismo en el Nombre de Jesús, Sepultamos al Viejo Hombre
Por Jorge Enrique López
¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús [en el Nombre de Jesús] hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con Él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Romanos 6: 3-4)
El bautismo establecido por Dios en las Escrituras, es la muerte y sepultura del viejo hombre que está viciado de delitos y pecados.
La palabra bautizar; significa: sumergir, hundir, zambullir, inmergir, sepultar.
Cuando se entierra un cadáver, este se deposita en un hoyo (fosa) y luego se cubre con tierra. Posteriormente se le coloca una lápida (piedra). Eso es sepultar. Cuando se habla del bautismo en la Biblia, es el mismo proceso pero dentro del agua.
El día que el Señor Jesús fue bautizado, subió luego del agua (Mateo 3:16). Esto quiere decir que Juan no le derramó el agua en la cabeza, sino que lo sepultó dentro del agua.
Lo mismo sucedió cuando Felipe bautizó al etíope, “…descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó” (Hechos 8:38). Queda claro y definido, que el bautismo bíblico es sumergiendo al candidato dentro del agua.
Es menester aclarar que para bautizar a una persona según el orden establecido por Dios, el que bautiza debe tener una investidura ministerial. Si la ha perdido; ese bautismo ya no tiene valor delante de Dios.
De igual manera, tampoco ninguna validez espiritual, ese bautismo sobre el que se derrama agua con sal sobre la cabeza de las personas. La Biblia no hace ninguna mención de bautismos para niños.
El bautismo, es entonces, la obediencia a la fe en la muerte y resurrección triunfal de Jesús, pues por medio del bautismo morimos al pecado, pero vivimos para Dios en Cristo. El que ha sido bautizado en Cristo [en el nombre de Cristo como obediencia a su Palabra] de Cristo está revestido (Gálatas 3:27). Cuando nos bautizamos en el nombre de Jesucristo, estamos creyendo que Jesús fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados, que la paga de nuestra paz fue sobre Él; y que por su llaga bendita fuimos nosotros curados (de la asquerosa lepra del pecado)
Al practicar el bautismo bíblico, creemos que hemos sido sepultados juntamente con Cristo para sepultar la pasada manera de vivir. Porque si fuimos plantados (sepultados, bautizados) juntamente con Él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección. (Roanos 6:5). El que ha sepultado (bautizado) al viejo hombre, ha sido justificado (exonerado, librado, libertado) del pecado. Y si morimos con Cristo (en el bautismo) creemos que también viviremos con él (Romanos 6:8).
Así también vosotros [que habéis sido muertos con Cristo] consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo (Romanos 6:11).
Ahora, si el individuo no ha sepultado al viejo hombre por medio del bautismo, tampoco ha sido justificado, y menos resucitado (sigue muerto espiritualmente) quien quiera que sea. Cuando un criminal permanece vivo, el sumario contra él sigue activo. La policía lo busca, lo persigue; pero si este muere, su sumario también muere con él. A un cadáver sepultado, no se le puede sentar en la silla de los acusados y menos hacerle un juicio.
Jesús nos explicó esto con la hermosa figura del grano de trigo. “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra [es plantado, sepultado] y muere, queda solo; pero si muere llevaba mucho fruto” (Juan 12:24). En otras palabras: Cualquier semilla para producir vida, debe morir primero, entonces sí surge la planta. Al enterrarse en la tierra, su caparazón protectora se rompe (muere), entonces surge una vida nueva que estaba encerrada en ella. La semilla brota y crece sin que el labrador sepa cómo, pero en la semilla lleva el precioso fruto de la vida, y esta surge de debajo de la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga (Marcos 4:26-29). La sepultura del grano se hace imprescindible, porque si no se entierra, la semilla se pudre y se pierde y no produce nada. Por medio de la sepultura, la semilla puede producir una nueva forma de existencia, llevando mucho fruto.
El grano de trigo es una hermosa figura de la necesidad de la muerte de Jesús, y con ella la nuestra. ¿Se imagina usted si Jesús no hubiera muerto lo que habría pasado? Primero: No habría resurrección. Al no haber resurrección nuestra predicación sería una mentira y nuestra fe una falacia. Seriamos tan falsos maestros como los que no han conocido la verdad. El evangelio sería una artimaña, un verdadero engaño. Si Jesús no muere y resucita, no se habría cumplido la profecía, entonces Dios y los profetas serían unos mentirosos. Si Jesús no muere y resucita, el diablo sería el líder supremo de este universo; y nuestro viejo hombre se apoderaría de nosotros, con su naturaleza pecaminosa, destruyéndonos.
Jesús tenía que morir, para que se cumpliese todo lo que de Él estaba Escrito, para llevar muchos hijos a la gloria, para vencer al diablo con su muerte, y a la muerte con su resurrección. La sangre de Cristo fue derramada para comprar con ella a la iglesia verdadera. Además era necesaria la muerte de Jesús, para nuestra redención y el perdón de nuestros pecados.
Si no hay muerte en el bautismo, tampoco habrá resurrección espiritual ni física. Entonces se cumplirá lo que dijo el Señor: “Me buscaréis, y no me hallaréis; y a donde yo estaré, vosotros no podréis venir” (Juan 7:34).
Él está vivo, y en su resurrección subió por encima de todos los cielos, por encima de todo principado, sobre toda autoridad, sobre todo poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero (Efesios 1:20-23).
Finalmente, el escritor sagrado, certifica: “Porque si fuimos plantados juntamente con él, en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado” (Romanos 6: 5-6).
Una vez sepultados juntamente con Cristo para muerte por el bautismo, Dios nos ofrece una vida nueva de mucha calidad, vida que no termina sino que trasciende más allá de las fronteras del sepulcro: Vida eterna. Te invitamos a recibirla, bautizándote en el único nombre que hay para salvación, en el nombre de Jesucristo.
¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús [en el Nombre de Jesús] hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con Él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Romanos 6: 3-4)
El bautismo establecido por Dios en las Escrituras, es la muerte y sepultura del viejo hombre que está viciado de delitos y pecados.
La palabra bautizar; significa: sumergir, hundir, zambullir, inmergir, sepultar.
Cuando se entierra un cadáver, este se deposita en un hoyo (fosa) y luego se cubre con tierra. Posteriormente se le coloca una lápida (piedra). Eso es sepultar. Cuando se habla del bautismo en la Biblia, es el mismo proceso pero dentro del agua.
El día que el Señor Jesús fue bautizado, subió luego del agua (Mateo 3:16). Esto quiere decir que Juan no le derramó el agua en la cabeza, sino que lo sepultó dentro del agua.
Lo mismo sucedió cuando Felipe bautizó al etíope, “…descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó” (Hechos 8:38). Queda claro y definido, que el bautismo bíblico es sumergiendo al candidato dentro del agua.
Es menester aclarar que para bautizar a una persona según el orden establecido por Dios, el que bautiza debe tener una investidura ministerial. Si la ha perdido; ese bautismo ya no tiene valor delante de Dios.
De igual manera, tampoco ninguna validez espiritual, ese bautismo sobre el que se derrama agua con sal sobre la cabeza de las personas. La Biblia no hace ninguna mención de bautismos para niños.
El bautismo, es entonces, la obediencia a la fe en la muerte y resurrección triunfal de Jesús, pues por medio del bautismo morimos al pecado, pero vivimos para Dios en Cristo. El que ha sido bautizado en Cristo [en el nombre de Cristo como obediencia a su Palabra] de Cristo está revestido (Gálatas 3:27). Cuando nos bautizamos en el nombre de Jesucristo, estamos creyendo que Jesús fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados, que la paga de nuestra paz fue sobre Él; y que por su llaga bendita fuimos nosotros curados (de la asquerosa lepra del pecado)
Al practicar el bautismo bíblico, creemos que hemos sido sepultados juntamente con Cristo para sepultar la pasada manera de vivir. Porque si fuimos plantados (sepultados, bautizados) juntamente con Él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección. (Roanos 6:5). El que ha sepultado (bautizado) al viejo hombre, ha sido justificado (exonerado, librado, libertado) del pecado. Y si morimos con Cristo (en el bautismo) creemos que también viviremos con él (Romanos 6:8).
Así también vosotros [que habéis sido muertos con Cristo] consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo (Romanos 6:11).
Ahora, si el individuo no ha sepultado al viejo hombre por medio del bautismo, tampoco ha sido justificado, y menos resucitado (sigue muerto espiritualmente) quien quiera que sea. Cuando un criminal permanece vivo, el sumario contra él sigue activo. La policía lo busca, lo persigue; pero si este muere, su sumario también muere con él. A un cadáver sepultado, no se le puede sentar en la silla de los acusados y menos hacerle un juicio.
Jesús nos explicó esto con la hermosa figura del grano de trigo. “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra [es plantado, sepultado] y muere, queda solo; pero si muere llevaba mucho fruto” (Juan 12:24). En otras palabras: Cualquier semilla para producir vida, debe morir primero, entonces sí surge la planta. Al enterrarse en la tierra, su caparazón protectora se rompe (muere), entonces surge una vida nueva que estaba encerrada en ella. La semilla brota y crece sin que el labrador sepa cómo, pero en la semilla lleva el precioso fruto de la vida, y esta surge de debajo de la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga (Marcos 4:26-29). La sepultura del grano se hace imprescindible, porque si no se entierra, la semilla se pudre y se pierde y no produce nada. Por medio de la sepultura, la semilla puede producir una nueva forma de existencia, llevando mucho fruto.
El grano de trigo es una hermosa figura de la necesidad de la muerte de Jesús, y con ella la nuestra. ¿Se imagina usted si Jesús no hubiera muerto lo que habría pasado? Primero: No habría resurrección. Al no haber resurrección nuestra predicación sería una mentira y nuestra fe una falacia. Seriamos tan falsos maestros como los que no han conocido la verdad. El evangelio sería una artimaña, un verdadero engaño. Si Jesús no muere y resucita, no se habría cumplido la profecía, entonces Dios y los profetas serían unos mentirosos. Si Jesús no muere y resucita, el diablo sería el líder supremo de este universo; y nuestro viejo hombre se apoderaría de nosotros, con su naturaleza pecaminosa, destruyéndonos.
Jesús tenía que morir, para que se cumpliese todo lo que de Él estaba Escrito, para llevar muchos hijos a la gloria, para vencer al diablo con su muerte, y a la muerte con su resurrección. La sangre de Cristo fue derramada para comprar con ella a la iglesia verdadera. Además era necesaria la muerte de Jesús, para nuestra redención y el perdón de nuestros pecados.
Si no hay muerte en el bautismo, tampoco habrá resurrección espiritual ni física. Entonces se cumplirá lo que dijo el Señor: “Me buscaréis, y no me hallaréis; y a donde yo estaré, vosotros no podréis venir” (Juan 7:34).
Él está vivo, y en su resurrección subió por encima de todos los cielos, por encima de todo principado, sobre toda autoridad, sobre todo poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero (Efesios 1:20-23).
Finalmente, el escritor sagrado, certifica: “Porque si fuimos plantados juntamente con él, en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado” (Romanos 6: 5-6).
Una vez sepultados juntamente con Cristo para muerte por el bautismo, Dios nos ofrece una vida nueva de mucha calidad, vida que no termina sino que trasciende más allá de las fronteras del sepulcro: Vida eterna. Te invitamos a recibirla, bautizándote en el único nombre que hay para salvación, en el nombre de Jesucristo.
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