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martes, 7 de junio de 2011

El Señor Jesucristo Según la Biblia - (Refutando la Herejía Trinitaria de un "Jesús" Co-igual, Co-eterno y Co-existente)


El Señor Jesucristo Según la Biblia - (Refutando la Herejía Trinitaria de un "Jesús" Co-igual, Co-eterno y Co-existente)

Por Julio César Clavijo Sierra

La Biblia presenta a Jesús como el Único Dios que fue manifestado en carne para venir a salvarnos. Contrario a la Santa Escritura, el dogma de la Trinidad presenta a un "Jesús" acompañado eternamente de otros dos "co-iguales", "co-eternos" y "co-existentes" a Él.

El Espíritu Santo llama a los últimos días "tiempos peligrosos" (2 Timoteo 3:1). En estos tiempos, muchos se han tornado en inventores y seguidores de diversas doctrinas respecto a la naturaleza y verdad de la Deidad, fabricando a muchos dioses diferentes a los que llaman "Jesús", siendo guiados por diversos espíritus, cuando lo verdaderamente necesario es poner por delante la enseñanza de la Biblia (y solamente la Biblia).  El correcto conocimiento acerca de Jesucristo es un requisito indispensable y fundamental para la salvación, a fin de que el pecador pueda obtener la salvación del pecado, de la muerte y del infierno, pues la Escritura dice: "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú, y tu casa" (Hechos 16:31). El Señor Jesucristo se ha revelado a los suyos por su nombre, pues "a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Juan 1:12), "y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo" (1. Juan 3:23). (Vea también Juan 2:23, 3:18, Mateo 12:21, etc.).

De acuerdo con la Biblia, es evidente que "El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas" (Marcos 12:29-30, Deuteronomio 6:4).  El Dios Todopoderoso de Israel fue, es, y por siempre será uno.  No hay otro Dios formado antes de Él, ni habrá otro después de Él (Isaías 43:10). No hay otro Dios más que Él (Isaías 44:8). Él es el único Salvador (Isaías 43:11); Él creó la tierra y el cielo por sí mismo (Isaías 44:24, Génesis 1:1, Juan 1:1-3, 10-14); Él ha jurado que toda rodilla se doblara ante Él (Isaías 45:23, Filipenses 2:10); y Él no dará su gloria a otro (Isaías 42:8, 48:11). Desde el principio y a través de toda la historia, los profetas, los apóstoles y toda la gente de Dios, han sabido, han creído y han enseñado que Él es uno. Hoy en día, un entendimiento apropiado de las Escrituras, revela claramente esa verdad de que Él es uno, a quien verdaderamente ha nacido de nuevo.

¿Qué Significa: "Nacido de Nuevo"?

Nacido de nuevo, es un término que el Señor Jesucristo utilizó para describir a alguien que ha sido impregnado por la Palabra Viva de Dios, y es capaz de ver el Reino de Dios. Contrario a la opinión popular, nacer de nuevo no es un estado que el hombre obtiene haciendo una "oración del pecador", o simplemente diciendo que "ha aceptado a Jesucristo en su corazón". Las Escrituras nos enseñan que "nacido de nuevo", es la condición de un hombre que ha obedecido el evangelio del Nuevo Testamento arrepintiéndose, y naciendo del agua y del Espíritu (Juan 3:5, Hechos 2:38). La Biblia claramente nos enseña que un hombre es nacido de nuevo por la Palabra de Dios (Lucas 8:11, 1 Pedro 1:23, Santiago 1:18), y que este milagro no es logrado por un hecho de la voluntad del hombre, sino de Dios. (Juan 1:13, Romanos 9:16, Juan 6:44, etc.).

El que ha nacido de nuevo, es quien ha podido: (1) Ver el Reino de Dios (Juan 3:3); (2) Saber que Jesús es el Cristo (Mateo 16:16-17, 1. Juan 5:1); (3) Creer en su nombre (1. Juan 3:23, Salmos 9:10, 91:14); (4) Arrepentirse (Romanos 3:10-18, 2. Corintios 7:10, 2. Timoteo 2:25, Juan 6:44), y (5) Recibir remisión de pecados por el bautismo neotestamentario del agua y del Espíritu (Lucas 24:47, Juan 3:5, 20:31, Hechos 2:38, 10:43, 22:16, Colosenses 2:11-12, Romanos 6:4-5, etc.). La Biblia nunca nos enseña que el cristiano tenga que ser bautizado en dos o tres personas, sino que explícitamente declara que  somos "bautizados en Cristo Jesús" (Romanos 6:3, Gálatas 3:27), pues Jesús es el único nombre que está implícito en Mateo 28:19, ya que Jesús es el único Dios que se ha manifestado como Padre (por ser el Creador y sustentador), Hijo (por su manifestación en carne), Espíritu Santo (por obrar en la vida de sus hijos), y también se ha manifestado de otras muchas maneras.

En el cuarto siglo después de Cristo, en los Concilios de Nicea (325 d.C.) y de Constantinopla (381 d.C.), el emperador romano Constantino y los primeros "Padres de la Iglesia" (nos referimos a los originadores de la Iglesia Católica Romana), inventaron la doctrina de la Trinidad, la cual es diametralmente opuesta a la Escritura. Esta nueva doctrina asaltó los términos bíblicos de Padre, Hijo y Espíritu Santo, y los suplantó por unos términos espurios que no se encuentran en ningún lugar de la Biblia, al decir que estos significaban "Padre trinitario" (o primera persona divina), "Hijo trinitario" (Dios el Hijo o segunda persona divina) y "Espíritu Santo trinitario" (o tercera persona divina).

La Iglesia Católica Romana y las Iglesias Protestantes Trinitarias, enseñan además que estas "tres personas divinas" son co-iguales, co-eternas y co-existentes, y que son individuales en función, pero unificadas en propósito. Posteriormente, en el Credo de Atanasio que fue fabricado a finales del siglo quinto, se expuso la declaración que sintetizó por primera vez aquella nueva doctrina. Desafortunadamente, hoy más que nunca, el pueblo de Dios está siendo destruido por falta de conocimiento (Oseas 4:6), al ser grandes las multitudes que profesan ser cristianos, pero que sin embargo están por fuera del Reino de Dios por culpa de la doctrina de la trinidad, que no está escrita, ni indicada, ni es enseñada en algún lugar de la Biblia. 

¿Co-igual?

Dios, el Señor Jesucristo, ha venido manifestado en carne. Esta es la declaración de la Escritura (1. Timoteo 3:16, Juan 1:14, 8:24-25, 8:28, Mateo 1:21-23, Isaías 9:6), y es un instrumento inspirado por Dios para discernir entre el que es de Cristo y el que es del anticristo (1.  Juan 4:2-3, 2. Juan 7).

La Biblia declara que el hombre Jesucristo es la imagen del Dios invisible (Hebreos 1:3, Colosenses 1:15) y el mediador entre Dios y los hombres (1. Timoteo 2:5). En ninguna parte de la Biblia se declara que el Hijo de Dios sea una persona divina y distinta del Padre, alguien co-igual con el Padre, u otro dios. En cambio, la Biblia declara acerca del único Hijo engendrado (el unigénito) de Dios, que "siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres" (Filipenses 2:6-7). Recuerde, como ya lo hemos dicho antes, que la Biblia declara que hay un solo Dios, pero también nos dice que Jesús es igual a Dios (no co-igual a Dios, como lo ha tergiversado la herejía de la trinidad). Jesús es igual a Dios porque Él es el único Dios y no hay más. De la misma manera, un hombre es igual a sí mismo y no hay otro hombre igual a él. Jesús es el único que ha tenido la forma de Dios, ya que Él es el único Dios que existe; el cual, llegado el tiempo predeterminado para que se cumpliera la profecía del advenimiento  del Mesías, se despojó a sí mismo y tomó la forma de siervo cuando se hizo semejante a los hombres al manifestarse en la carne humana. 

Jesucristo no es ninguna segunda persona de una cierta Trinidad (que no existe en la Biblia), sino que Él fue, es y será el Dios Todopoderoso, Dios el Padre que se manifestó como el Hijo (Hebreos 2:14), un hombre perfecto y santo (Efesios 4:13), para dar a conocer su nombre al mundo (Juan 17:6). También para enseñarnos la manera en que debemos vivir (1. Pedro 2:21), y para salvar a toda la humanidad como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29). En su esencia eterna Dios es Espíritu (Juan 4:24), por lo cual no tenía sangre para derramar a favor de la humanidad. Por esto, Dios se preparó un cuerpo humano (Hebreos 10:5), que tuviera sangre humana pura para derramar a favor de sus criaturas, pues sin derramamiento de sangre no se hace remisión (Hebreos 9:22).  Por medio de su manifestación en carne, Dios llegó a ser nuestro hermano mayor (Hebreos 2:11-12, 2:17) y nuestro pariente cercano que nos pudo rescatar de la esclavitud (Levítico 25:47-49).

Bíblicamente hablando, el Hijo no es una segunda persona divina, sino la referencia a la manifestación de Dios en carne como un hombre puro y sin pecado (Hebreos 4:15), manifestación por medio de la cual Dios pudo darse en rescate por nosotros (Romanos 5:8, Efesios 5:2, Tito 2:14).  Al mencionar los términos bíblicos del Padre y el Hijo, los escritores bíblicos se refirieron, por un lado al papel de Dios como el Padre amoroso que proveyó un plan de salvación a favor de sus criaturas, y por otro lado al papel de Dios manifestado como el hombre puro y perfecto (el Hijo) que se hizo nuestro pariente cercano para poder rescatarnos de la esclavitud del pecado.  La declaración de la Escritura es que Jesús es Emanuel, Dios con nosotros (Mateo 1:23), Dios mismo viniendo y salvando (Isaías 35:4).

¿Co-eterno?

El nombre del Señor, como se le dijo primero a Moisés en Éxodo 3:14, es YO SOY EL QUE SOY. Las palabras "YO SOY" son traducidas de la palabra hebrea "hayah" [ver el Léxico de Strong, código H1961], la cual es una forma categórica en primera persona del verbo "ser". Significa más que Yo soy en un sentido pasivo; es un verbo causante. Esto significa, "Yo soy por mí mismo”. En otras palabras: “nadie me hizo”, “nadie me puso aquí”, “nadie me sostiene” “Yo existo por mi propio poder”, “me sostengo por Mí mismo”, “soy independiente para mi subsistencia”, “Yo siempre he sido y siempre seré”, “no tengo limitaciones, linderos, dependencias, comienzo o final” , “Yo soy el mismo ayer, y hoy, y por siempre”.

Luego en Éxodo 3:15, Dios declara que su gente lo llamara "Jehová", el cual en el lenguaje Hebreo es la palabra "Yejovah" [ver el Léxico de Strong, código H3068], que es la forma de la tercera persona del mismo verbo "hayah". "Yejovah" significa "Él es", o más literalmente, "El que es, y que era, y que ha de venir, el Todopoderoso." (Apocalipsis 1:8). Ese es su nombre.

Cuando decimos "Jesús", estamos haciendo la pronunciación española del nombre Hebreo "Yejowshuwa" [ver el Léxico de Strong, código H3091], el cual es una compilación del nombre "Yejovah" [Strong H3068] y el título "Yasha" [Strong H3467], el cual significa Salvador o teniendo salvación. Y cuando nosotros decimos "Cristo" [Strong G5547], estamos pronunciando el equivalente  griego del hebreo "Mashíach" [Strong H4899], el cual es Mesías, y literalmente Ungido, o Dios mismo venido en su manifestación en carne para salvarnos. (Compare Isaías 35:4-6 con Mateo 11:2-6; Zacarías 14:5 con Judas 1:14 y Apocalipsis 19:11-14). Así que cuando nosotros decimos "Jesucristo", lo que realmente estamos diciendo es "El que era, y que es, y que ha de venir, el Todopoderoso, el Salvador, que ha venido para salvarnos". Y Él vino en la carne (1. Timoteo 3:16, 1. Juan 4:2-3).

La Biblia nunca nos ensena que el Hijo de Dios sea una persona co-eterna que existió desde la eternidad "pasada" con Dios el Padre. Al contrario, la Biblia declara que el Hijo de Dios (como un ser humano verdadero) fue engendrado (Isaías 7:14, 9:6, Mateo 1:21-23, Juan 3:16, Gálatas 4:4). Esto claramente significa que hubo un tiempo cuando el Hijo no existió sustancialmente, y que hubo un punto especifico en el tiempo cuando el Hijo comenzó a existir, lo que ocurrió a partir de que una joven virgen llamada María concibió del Espíritu Santo (Lucas 1:34-35). El Hijo no existió desde siempre, porque Dios sólo se manifestó en carne a partir de un punto específico del tiempo (Isaías 35:4). La humanidad pura y perfecta que Dios tomó para manifestarse, fue engendrada por Él mismo en la virgen María, y una vez preparado ese cuerpo, Dios se manifestó en carne. Es verdadero que el hombre Jesús de Nazaret fue engendrado por Dios, por lo cual es también verdadero que hubo un tiempo cuando el hombre Cristo Jesús no existió. Esto es lo que da sentido a la palabra “engendrado”. Los términos "Hijo engendrado" e "Hijo eterno", son diametralmente opuestos el uno con el otro y no pueden ser ambos verdaderos.  La frase "Hijo eterno" no se encuentra en la Biblia, porque es parte de la herejía de la Trinidad y es contradictoria con la verdad de la Escritura. 

La Biblia nunca dice que Jesucristo de Nazaret sea "Dios el Hijo" o un "Hijo Eterno", "co-eterno" con Dios el Padre. Ese lenguaje usado por la herejía de la trinidad, es completamente extraño a la Escritura. Jesús es Dios el Padre manifestado en la carne (Isaías 9:6). Vale la pena resaltar que la única vez que en la Biblia aparece la expresión Padre Eterno, esta es una referencia al Señor Jesús. El Señor Jesús preexistió a su encarnación como el único Dios Eterno, no como un eterno acompañante del Padre. La manifestación de Dios en carne y sangre como un verdadero hombre, es llamada el Hijo de Dios, porque aquella manifestación fue realmente engendrada por Dios en el vientre de una virgen de Israel ("...verá linaje..." - Isaías 53:10). Jesucristo es la simiente de la mujer que hirió en la cabeza a la serpiente antigua, la cual es el diablo (Génesis 3:15, Apocalipsis 12:9).

La Biblia sí dice que Jesús de Nazaret es un hombre (1. Timoteo 2:5), el Hijo del hombre (Mateo 18:11), el Hijo de Dios (Juan 10:36), nuestro hermano (Hebreos 2:11-12), nuestro Apóstol y Pontífice (sumo sacerdote) (Hebreos 3:1), que fue hecho a semejanza de los hombres (Filipenses 2:7) y fue tentado en todo según nuestra semejanza pero sin pecado (Hebreos 4:15).  Nos dice que Él tuvo hambre (Lucas 4:2), tuvo sed (Juan 19:28), estuvo cansado (Juan 4:6), turbado (Juan 12:27), y en todo es un hombre que fue engendrado por Dios en el vientre de una virgen. Por lo tanto, el término "co-eterno" no solo está completamente ausente de la Biblia, explícita o implícitamente, sino que es una absoluta contradicción de la enseñanza bíblica del Padre Eterno, y no puede ser aceptado como verdad a la luz de la Palabra de Dios.

¿Co-existente?

La evidente naturaleza herética del término "persona divina co-existente", ya ha sido expuesta en los párrafos anteriores. Nosotros hemos demostrado conclusiva y enfáticamente que no existe la tal persona conocida como "Dios el Hijo", y por lo tanto no existe uno que pueda ser eternamente co-existente con Dios el Padre, teniendo sus mismos atributos o poderes, pues la Escritura dice: "No hay Dios sino yo. No hay Fuerte; no conozco ninguno" (Isaías 44:8).  "Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí" (Isaías 46:9).

La Biblia dice que el único Hijo engendrado (el unigénito),  Jesús de Nazaret, es un hombre del linaje del rey David (Mateo 22:41-45). Dios creó todas las cosas en, por medio de, y para el Hijo (Colosenses 1:16). Esto nunca nos enseña que Dios el Padre haya usado a otro para crear el universo (llámese a éste otro una persona divina u otro dios), pues la Biblia nos indica claramente que Dios creó todas las cosas por sí mismo (Génesis 1:1, Isaías 44:24). Lo que esta enseñanza nos indica, es que antes de que Dios creara cualquier cosa, el plan estaba terminado (Efesios 1:5, Apocalipsis 13:8, 1. Pedro 1:20), el Verbo de Dios era completo (Juan 1:1, 17:5, Apocalipsis 19:13),  y su propia aparición en la carne había sido completada en la mente de Dios, salvo que estaba esperando el tiempo preciso para manifestarse sustancialmente (Gálatas 4:4, Hebreos 1:1-4).

Antes de que Dios creara a Adán, Él ya sabía claramente la forma de hombre que Él mismo habría de tomar (Filipenses 2:7,8), así que creó a Adán como un hombre inocente o hijo de Dios (Lucas 3:38), conforme a la imagen del postrer Adán que es Jesucristo (1. Corintios 15:45). Por eso Adán es figura del postrer Hijo de Dios que habría de venir (Romanos 5:14). De este modo Dios creó todas las cosas en, por medio de, y para el Hijo, sellando todo en su mayor obra, que es el hombre, el cual fue creado conforme a la imagen de Dios, la cual es Jesucristo (2. Corintios 4:4). Jesucristo es la imagen del Dios invisible (Colosenses 1:15), pues Dios el Padre fue manifestado en carne (1. Timoteo 3:16), y por eso quien ve a Jesús en realidad ve al Padre invisible (Juan 14:9). En la Nueva Jerusalén habrá un solo trono para Dios y el Cordero, porque Dios y el Cordero no son dos distintos, sino uno y el mismo (Juan 10:30). Así que sobre el trono estará un solo Dios manifestado en carne, y por eso se verá un solo rostro y será llamado por un solo nombre. "Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos" (Apocalipsis 22:3-5).

Todo el Antiguo Testamento habla proféticamente del Hijo de Dios engendrado (Lucas 24:44), no del imaginario "Hijo Eterno" o "Dios el Hijo" de la trinidad católica-romana y protestante-trinitaria, porque el Hijo es la manifestación de Dios en carne, que sólo vino a la existencia cuando la virgen María quedó encinta por la obra de Dios,  concibiendo a un ser humano perfecto y sin pecado (Efesios 4:13). Este Hijo de Dios, es el mismo centro y esencia del Verbo o Palabra de Dios, ya que fue el modelo predestinado a cuya imagen fue creada el hombre. Como está Escrito: "Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de Él y para Él. Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten" (Colosenses 1:15-17).

El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo

Podemos ver claramente de acuerdo con la Biblia (Proverbios 8:9, Lucas 10:21) que Jesucristo es el Señor (1. Corintios 12:3); ya que Jesucristo es Dios el Padre que fue manifestado en carne como un niño que fue nacido para nuestro favor, como un Hijo que nos fue dado para redimirnos (Isaías 9:6).  Este es el misterio que ha sido escondido por siglos y edades, pero que es hecho manifiesto a la iglesia de Dios en estos últimos días por su Espíritu. 

Actuando como el Padre, el único Dios de Abraham cubrió con su sombra a la virgen María y engendró sobrenaturalmente a un Hijo en su vientre (Isaías 53:10, Lucas 1:35), quien sería la semilla de la mujer que tendría el poder de salvar a la humanidad (Génesis 3:15, Isaías 7:14, 9:6).

Actuando como el Hijo, el único Dios hizo manifiesto su nombre salvador a Israel (Isaías 17:6) y luego a los gentiles (Romanos 1:16), y nos dio ejemplo de cómo debemos vivir para que nosotros también lleguemos a ser hijos de Dios, es decir hombres que vivamos de acuerdo con la voluntad de Dios (Juan 13:15, 1. Pedro 2:21).

Actuando como el Espíritu Santo, el único Dios habita dentro de la iglesia y la santifica, la limpia y la guía. Ese es el cumplimiento del Nuevo Pacto, del cual Jesucristo hombre es el mediador (1. Timoteo 2:5, Hebreos 8:6). Y así como el apóstol Pablo escribió: "Y el mediador no es de uno [sino de muchos]; pero Dios es uno" (Gálatas 3:20).

Bíblicamente hablando, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres de los roles o funciones de Dios en relación a su trato con la humanidad, pero Dios sigue siendo un solo Ser único e indivisible.  Debe enfatizarse que Dios tiene otros roles y que estos no se limitan a tres.  Esto es similar a un solo hombre que puede cumplir varios roles tales como deportista, esposo, padre, hijo, nieto, hermano, etc., sin que por esto cometamos el error de pensar que porque cumple muchos roles entonces debe ser varias personas distintas y un solo hombre verdadero. No obstante, por medio de los tres roles de Padre, Hijo y Espíritu Santo, el único Dios de Abraham, ha traído a los hombres el Nuevo Pacto del cual habló en Jeremías 31:33: "este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo". El Dios único ha hablado claramente a fin de que no se atente contra su Unicidad, al decir: "Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí" (Isaías 45:5). "…no hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí". "...Yo Jehová, el primero, y yo mismo con los postreros" (Isaías 41:4).

Aceptar que los roles de Padre, Hijo y Espíritu Santo son tres personas divinas y distintas que componen un solo Dios verdadero, es apartarse de la Santa Escritura y pensar más allá de lo que está Escrito. Es seguir a un escrito extrabíblico como el Credo de Atanasio, que contradice por completo la declaración de la Biblia. La Biblia dice que Dios es uno, pero nunca declara que sea tres en uno. El Credo de Atanasio y la Trinidad en general, son una herejía que adultera la doctrina apostólica.

Amonestación Final

El Verdadero entendimiento de quien es realmente Jesucristo nuestro Señor, es vital para nuestra salvación (Juan 8:24); pues como las Escrituras lo declaran, para ser salvos es necesario tener fe y creer en el nombre de Jesús (Mateo 1:21, 12:21, Lucas 24:47, Juan 1:12, 20:31, Hechos 3:16, 10:43, 1. Juan 2:12). Si nosotros no sabemos cómo creer en su nombre, entonces no tendremos remisión de pecados ni salvación.  Esta es la razón por la cual nos hemos propuesto explicar brevemente la declaración de la Santa Escritura con respecto a la naturaleza, solidez y unicidad indivisible del Señor Jesucristo, y la revelación de sí mismo a su pueblo en el Antiguo y en el Nuevo Testamento.

Hemos demostrado que el "Jesús" de las Iglesias Trinitarias, no es el Señor Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios; sino un falso "Jesús" llamado "la segunda persona", "el Hijo Eterno" o "Dios el Hijo", pero ese dios no se encuentra en la Biblia, y de hecho no existe. El "Dios Hijo" no es nada más que un dios babilónico al cual se le ha designado el nombre de "Jesús", pero no es el verdadero Jesús de la Biblia quien es el Verdadero Dios y la Vida Eterna (1. Juan 5:20), manifestado en carne (1. Juan 4:2-3). El Espíritu Santo nos advirtió acerca de falsos "cristos", diciendo: "Porque vendrán muchos en ml nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán" (Mateo 24:5). También se pronunció acerca de los falsos dioses, diciendo: "No tendrás dioses ajenos delante de mí"  (Éxodo 20:3), y "Antes digo que lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios" (1. Corintios 10:20).

Los que desean ser salvos, deben abandonar las enseñanzas heréticas provenientes de Babilonia, la madre de las rameras y las abominaciones de la tierra (Apocalipsis 2:20, 18:4), y deben ser limpiados con agua pura por la Palabra de Dios en la cual no hay contradicciones y por la cual la naturaleza y el propósito de Dios son revelados a los pequeños, pero es escondida a los sabios y entendidos según el mundo (Lucas 10:21).

El apóstol Pablo exhortó a los hermanos de Corinto que se congraciaban con aquellos que predicaban a un "Jesús" diferente  para que corrijieran su camino, pues temía que aquellos otros los engañaran con astucia, de la misma manera en que la serpiente engañó a Eva (2. Corintios 11:3-4). El apóstol Juan también nos advirtió: "Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén" (1. Juan 5:21). Jesucristo dijo: "Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán" (Lucas 13:24). Asimismo, el libro de Apocalipsis nos amonesta a salir de la Gran Ramera, diciendo: "Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas; porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades" (Apocalipsis 18:4-5).

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JESUCRISTO VERDADERO HOMBRE Y VERDADERO DIOS


Jesucristo, Verdadero Hombre y Verdadero Dios

Por Julio César Clavijo Sierra
Tomado del libro “Hermenéutica Bíblica: Módulos de Clase”, Guía No. 23, páginas 43-45


Jesús es único y no hay nada que pueda compararse con Él. La historia de la humanidad es incomprensible sin Cristo. Pero Cristo es incomprensible si no se aprecian en Él dos naturalezas, la divina y la humana. Si se mira a Jesucristo como Dios solamente, se tiene la mitad de la verdad. Lo mismo ocurre si se le mira solamente como hombre. Jesús es Dios manifestado en carne: es tan hombre como si nunca hubiera sido Dios y tan Dios como si nunca hubiera sido hombre. Aún así, su humanidad no puede ser separada de su Deidad, ni su Deidad puede ser separada de su humanidad. Jesús es Dios verdadero y hombre verdadero. En la encarnación, la Deidad y la humanidad se unieron inseparablemente en Jesucristo, y así Él es a la vez completo hombre y completo Dios (no una parte de Dios, no un componente de Dios, no una persona divina y distinta de otras).

1. JESUCRISTO COMO HOMBRE

- Jesús fue hombre, porque lo primero que usted encuentra en los evangelios es una genealogía. La genealogía que aparece en el evangelio según Mateo es la que viene por medio de José, su padre adoptivo. En cambio la genealogía que aparece en el evangelio según Lucas, es la genealogía de María.

- Hay detalles bien humanos acerca del nacimiento de Jesús. Por ejemplo los pastores de Belén encontraron al niño envuelto en pañales (Lucas 2:12).

- Estuvo sujeto a las leyes del crecimiento (Lucas 2:52).

- Jesús tenía un cuerpo humano. Aun después de la resurrección es un hombre con un cuerpo humano glorificado (Lucas 24:36-40, Filipenses 3:20-21).

- Jesús demostró que Él tenía un alma, ya que tenía sentimientos. Por ejemplo, se angustió en gran manera cuando supo que su camino a la cruz era inevitable (Mateo 26:37-38, Marcos 14:34). Lloró cuando se enteró de la muerte de Lázaro (Juan 11:35); fue amigo (Lázaro era uno de sus mejores amigos); tuvo ira cuando expulsó a los mercaderes del templo (Marcos 11:15-19), etc. El alma de Jesús no fue dejada en el hades (Salmo 16:10, Hechos 2:27).

- Gozó de otras características propias del ser humano. Por ejemplo, tuvo hambre (Mateo 4:2), le dio sed (Juan 19:28), se cansó (Juan 4:6), le dio sueño (Mateo 8:24).

- Tenía espíritu humano (Lucas 23:46).

- Finalmente la Biblia enseña que “hay un sólo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1. Timoteo 2:5). Esto enseña que es la obra de Cristo como hombre, el cual al igual que los demás fue tentado en todo con la diferencia de que no cometió pecado (Hebreos 4:15), la que acerca a los hombres a Dios. Con tan sólo poner la fe en su obra redentora en la cruz del calvario y creer que su sangre nos limpia de todo pecado, somos salvos. Además en la epístola a los Hebreos 2:14 dice:

“Así que por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, El también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es al diablo”.

A pesar de todo esto, la Biblia no describe físicamente al hombre Jesús, pues para los escritores es más importante la obra que realizó y sus milagros, que su apariencia. Imágenes como el divino rostro, el sagrado corazón o el divino niño, han conducido a la humanolatría.

NOTA: Dado que Jesús experimentó todo lo que nosotros sentimos como seres humanos, Él nos puede entender cabalmente y compartir nuestras alegrías y pesares.

2. JESUCRISTO COMO DIOS

No fue necesario que transcurriera mucho tiempo para que las personas que conocieron a Jesús, comprendieran que Él estaba haciendo declaraciones sorprendentes con respecto a sí mismo. Se comprende, sin lugar a dudas, que sus propias declaraciones le identificaban con alguien que era mucho más que un simple profeta o maestro, pues se presentaba como la única fuente para el perdón de los pecados, como el único camino de salvación y como el único medio para la comunión con Dios.

Una buena definición de Dios puede ser la siguiente: “espíritu supremo existente por sí mismo, e infinito en todo género de perfecciones... Como nadie lo ha creado, Él es la causa de todo”. Esta definición es adecuada para todos los teístas, incluyendo entre ellos a los musulmanes y a los judíos. El teísmo enseña que Dios es un ser diferente de la creación y que el universo fue planeado y creado por Él. Dios lo sustenta y lo gobierna en el presente. El teismo cristiano agrega una nota a la anterior definición: “y quien llegó a encarnarse como Jesús de Nazareth”.

- Jesús es Jehová. El profeta Isaías enseña que Dios mismo vendría y nos salvaría (Isaías 35:4). El nombre de Jesús significa Jehová el salvador. En Isaías 43:25 se dice que el único que tiene poder para perdonar pecados es Jehová, pero en los evangelios Jesús se toma esta atribución (Marcos 2:5 y Lucas 7:48-50).

- 1. Timoteo 3:16 dice: “E indiscutiblemente grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria”.

- El Nuevo Testamento presenta claramente a Cristo como Dios. Los nombres que se le aplican son de tal naturaleza que sólo pueden ser aplicados apropiadamente a Dios. Por ejemplo, a Jesús se le llama Dios en la siguiente declaración: “... aguardando la esperanza bienaventurada y la aparición gloriosa de nuestro gran Dios y salvador Jesucristo” (Tito 2:13; compárese con 1. Juan 5:20-21, Romanos 9:5, Hebreos 1:8).

- Las Escrituras le atribuyen características que sólo pueden ser ciertas respecto a Dios. Jesús es presentado como un ser existente por sí mismo (Juan 10:17-18); como el Creador y Sustentador de todas las cosas (Colosenses 1:15-17); Omnipresente (Mateo 28:20; 18:20); Omnisciente (Juan 4:16; 6:64; Mateo 17:22-27) Omnipotente (Apocalipsis 1:8; Lucas 4:39-55, 7:14-15; Mateo 8:26-27) y como el poseedor de la vida eterna (1. Juan 5:11- 12, 5:20, Juan 1:4).

- Jesús recibió el honor y la adoración que sólo Dios debe recibir. En un encuentro que tuvo con Satanás, le dijo: “vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo servirás”. Jesús recibió adoración como Dios (Mateo 14:33; 28:9), y algunas veces exigió que se le adorara como Dios (Juan 5:23; compárese con Hebreos 1:6, Apocalipsis 5:8-14).

- La mayoría de los seguidores de Jesús fueron judíos devotos que creían en un Dios verdadero. Eran monoteístas puros y radicales. No obstante le reconocieron como al Dios encarnado. (Pedro en Mateo 16:15-16; Marta la hermana de Lázaro en Juan 11:27; Natanael en Juan 1:49; Juan el Bautista en Lucas 3:22; Tomás en Juan 20:26-29, Pablo en Hechos 20:28).

- El evangelio de Juan describe una acalorada discusión (Juan 5:1-18, hacer énfasis en los últimos tres versículos). Cuando estudiamos un documento hemos de tener en cuenta el lenguaje, la cultura y especialmente la persona o personas a las que se dirigió. En este caso la cultura era la judía, y a las personas a las que se dirigió eran los dirigentes religiosos. Veamos como comprendieron los judíos lo que les dijo Jesús hace 2000 años en su contexto cultural. “Por esto los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios”. ¿Por qué esa reacción tan drástica? Porque Jesús dijo “mi Padre”, no dijo “nuestro Padre”; y luego agregó: “hasta ahora trabaja”. Estas dos expresiones que Jesús usó lo hacen el mismo Dios, pues obra en el nivel de actividades de Dios. Los judíos no se referían a Dios mediante la expresión “mi Padre” y en el caso de que lo hicieran, le agregaban el modificativo “que está en los cielos”.

- Jesús no sólo afirmó ser igual al Padre, sino que sostuvo que el Padre y Él eran uno y el mismo (Juan 10:30-33). Por esta causa lo iban a apedrear argumentando que Él siendo hombre se hacía Dios. Podríamos preguntarnos por qué hubo una reacción tan violenta cuando Jesús dijo que Él y el Padre eran uno solo. Una implicación interesante surge de esta declaración cuando se estudia el texto griego. La palabra “uno” en griego es de género neutro, no masculino, y no indica que son uno en propósito, sino uno en esencia y naturaleza, un solo Ser. Como Hijo es el hombre perfecto, pero como Padre es el Dios Creador. Esta tajante declaración es el clímax de las afirmaciones de Cristo. Tales declaraciones despertaron en los fariseos una ira incontrolable.

- Jesús habló continuamente respecto de sí mismo en el sentido de que Él es Dios. Él afirmó osadamente: “si a mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais” (Juan 8:19); “el que me ve, ve al que me envió” (Juan 12:45); “el que me aborrece a mí, también a mi Padre aborrece” (Juan 15:23); para nombrar unos pocos casos.

- “Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has conocido Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre; ¿cómo pues, dices tú: Muéstranos al Padre? (Juan 14:9).

Nótese aquí este importante detalle. Jesús hablaba mucho acerca del Padre. Esta idea confundía hasta a sus discípulos, y por esto Felipe declara las palabras arriba citadas. Jesús hubiera podido perfectamente haberle dicho: No te puedo mostrar al Padre, pues Él es Espíritu y está en los cielos. Pero su respuesta fue tajante y demostraba sin lugar a dudas que Él era el Padre. El Dios eterno estaba allí encarnado en la persona de Jesucristo.

* Algunas notas fueron tomadas del libro "Más que un Carpintero" por Josh McDowell

 

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EL DOGMA DE LA TRINIDAD NIEGA AL PADRE Y AL HIJO


El Dogma de la Trinidad Niega al Padre y al Hijo

Por Julio César Clavijo Sierra
Tomado del libro Un dios Falso Llamado Trinidad, págs. 435-436

El texto de 1. Juan 2:22-24, dice que un anticristo es el que niega al Padre y al Hijo, pero nunca dice que un anticristo es cualquiera que niega que el Padre y el Hijo son dos personas divinas y distintas de una Trinidad, como lo han reinterpretado los trinitarios  


Usualmente se escuchan las acusaciones de algunos sectores trinitarios contra los creyentes en la Unicidad de Dios, en las que afirman que nosotros somos del anticristo, porque negamos al Padre y al Hijo. Ellos intentan basar su argumento en la siguiente escritura:

“¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre. Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre” (1. Juan 2:22-24).

La calumnia que está detrás de esa frase, radica en la confusión que presenta para los trinitarios el apodo de “solo Jesús” que ellos han inventado para etiquetar a los creyentes del nombre. Sin embargo, ningún creyente apostólico niega al Padre y al Hijo, sino que simplemente cree en el Padre y en el Hijo tal y como lo enseña la Escritura. Note usted que el texto bíblico nunca dice que el mentiroso es aquel que niega que el Padre y el Hijo son dos “personas divinas y distintas”, sino que sostiene que el mentiroso es aquel que niega al Padre y al Hijo. Tampoco dice que el mentiroso es aquel que niega que Dios es una trinidad. Además, si Dios fuera una trinidad ¿Por qué el texto nunca dice que el mentiroso es aquel que niega al Padre, al Hijo y al Espíritu?

Con el pasar de los años la “teologia” trinitaria suplantó el uso de algunos significados bíblicos por otros que inventó. Así, el significado bíblico de Hijo de Dios, que hace referencia al Dios único (al Padre) manifestado en carne, llegó a suplantarse por el termino antibíblico de “Dios el Hijo”. De esa manera logró, que cuando un trinitario leyera en la Escritura “Hijo de Dios”, el significado en su mente fuera inmediatamente suplantado por el término ilegitimo de “Dios el Hijo” y se entendiera entonces como una “segunda persona divina y distinta”.

La mentira consiste en negar al Padre y al Hijo de acuerdo con la doctrina bíblica y no de acuerdo con las tradiciones de los hombres. En este punto es bueno aclarar que la primera epístola del apóstol Juan tiene como principal objetivo desenmascarar la herejía gnóstica, que entre otras cosas afirmaba que la materia era mala, y que era imposible que el Dios único se manifestara en carne, pues él no se contaminaría nunca con la materia. Lo que hicieron los gnósticos fue negar el misterio de la piedad (1. Timoteo 3:16) y presentaron al Hijo de Dios como un dios menor y distinto al Padre eterno. Era a esa amenaza que sufría la iglesia, a la que Juan atacó llamándola mentira y doctrina del anticristo. (Para mayor información, vea el Capitulo 3. La Tradición y la Filosofía en el Desarrollo de la Doctrina Trinitaria, especialmente las secciones “Juan 1:1” y “Lo que nos Enseña Juan 1:1”).

Juan mismo creyó que Jesús es Dios que asumió forma humana a fin de darnos salvación, y por eso dijo que el que tiene al Hijo tiene también al Padre, porque aquel que es el Padre se manifestó como Hijo, como un verdadero ser humano. Por eso Jesús dijo: “nadie viene [no nadie va] al Padre sino por mi” (Juan 14:6). Algunas de las llamadas versiones modernas de la Biblia, afectadas por la “teología” de los equipos trinitarios que participaron en su elaboración y con la excusa de que se trata de traducciones dinámicas, han reinterpretado el texto escribiendo: “nadie va al Padre sino por mi”, pero esto no es lo que dice originalmente la Escritura. (Para mayor información sobre lo que es una traducción dinámica, vea el Capitulo 5. La “Teología” Trinitaria Niega el Misterio de la Piedad, especialmente la sección “¿Y que de la Versiones que Dicen Cristo?”)

La “teología” trinitaria que se originó en el gnosticismo, continuó con la negación de que el Dios único fue manifestado en carne, enseñando que aquel que se manifestó, no fue el Padre, sino una “persona divina y distinta” al Padre. Con la suplantación del Hijo de Dios, por “Dios Hijo” o el “Hijo eterno” ha caído en la negación del Padre y del Hijo.

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EL TIEMPO Y LA CREACION DEL SOL


El Tiempo y la Creación del Sol (Génesis 1:14-19)

Por Julio César Clavijo Sierra

¿Si el sol solo fue creado hasta el cuarto día (Génesis 1:14-19), entonces de dónde salía la luz que alumbraba al planeta y que contribuyó al conteo de los tres primeros días?  


El tiempo, solo comenzó a transcurrir desde el primer día de la creación, cuando Dios creó los cielos y la tierra y separó la luz de las tinieblas (Génesis 1:1). Se puede definir el tiempo, como la duración de las cosas o de los eventos que están sujetos al cambio, que permite ordenar los sucesos en secuencias, estableciendo un pasado, un presente y un futuro. En contraste, la eternidad es una perpetuidad sin principio ni fin. La eternidad está por fuera del tiempo.

La Biblia dice que en el primer día, Dios separó la luz de las tinieblas, llamando al periodo de luz: día, y al periodo de tinieblas: noche (Génesis 1:2-3).

Recién creada la tierra, esta se encontraba desordenada y vacía. Estaba vacía, porque todavía no había seres vivientes que la poblaran, y estaba desordenada, porque apenas Dios empezaba a ejecutar su proyecto de creación del universo.

Del relato de Génesis 1, surge necesariamente esta pregunta: ¿Si el sol solo fue creado hasta el cuarto día (Génesis 1:14-19), entonces de dónde salía la luz que alumbraba al planeta y que contribuyó al conteo de los tres primeros días?

Una respuesta admisible, es que esta luz salía de la misma gloria de Dios que resplandecía sobre la tierra. Dios es el dador de la vida, y es de Él que sale la energía que trae el milagro de la vida sobre nuestro planeta.  Dios es el manantial de vida y es en su luz que vemos la luz (Salmo 36:9). El sol es solo un medio que Dios utiliza para irradiar la luz y el calor necesarios para la vida, pero si Dios quiere puede prescindir de este astro, buscando otra manera de traer luz y calor. Muchos hombres han cometido el error de adorar al sol, pensando que este es la fuente de vida, cayendo en el pecado de la idolatría, que consiste en adorar a las criaturas antes que al Creador el cual es bendito por los siglos de los siglos (Romanos 1:25).

La Escritura nos enseña que en los cielos nuevos y la tierra nueva que esperamos según las promesas de Dios (2. Pedro 3:13), no va a haber sol que alumbre, porque Cristo nuestro Señor será nuestra lumbrera, y la luz saldrá de la misma gloria de Dios. Allí no habrá tinieblas, pues será una eternidad donde la luz de Cristo nunca dejará de resplandecer.

“La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera… Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche” (Apocalipsis 21:23-25). “No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará, y reinarán por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 22:5).

La luz está directamente relacionada con la vida. Sin luz no podría existir la vida sobre el planeta tierra. Dios creó la luz para que todo lo que hay pudiera permanecer. Dios que es la fuente de vida, es también luz, y no hay ninguna tiniebla en Él. (1. Juan 1:5).

Todos los que tenemos vida espiritual debemos contar con la luz de Dios en nuestras vidas, pues “Si decimos que tenemos comunión con Él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como Él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1. Juan 1:6-7).

Existen dos clases de luz. Una luz natural proveniente del sol que suscita la vida física de todos los seres vivos que se encuentran en nuestro planeta; y otra luz que da vida espiritual a los hombres que aman a Dios, y que proviene del Sol de Justicia quien es Jesucristo el Señor.

“Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de Justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada” (Malaquías 4:2).

El mundo estaba en tinieblas, pero Cristo vino a traer luz, porque:

“En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1:4-5).

Por eso, Jesucristo dijo:

“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).

Los redimidos por la sangre de Jesús, somos ese pueblo que andaba en tinieblas, sobre los cuales, por la pura misericordia del Señor, ha resplandecido gran luz, la luz de Cristo (Mateo 4:16-17). “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó desde lo alto la aurora, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz” (Lucas 1:78-79). “Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Colosenses 1:12-13).

Todo aquel que tiene la vida de Dios, anda en luz. Todo aquel que está lejos de Dios está todavía en tinieblas, y se encuentra muerto en delitos y en pecados. El diablo ha cegado el entendimiento de la gente para que no les resplandezca la luz de Jesucristo, pero los que han abierto su corazón a Jesucristo, han sido iluminados en el conocimiento de Dios.

“...el dios de este siglo [el diablo] cegó el entendimiento de los incrédulos, para que nos les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús. Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2. Corintios 4:4-6).

El hombre no tiene luz en sí mismo. Es por haber recibido esa luz de Dios, que la Biblia dice que la Iglesia ha recibido luz, y se ha constituido en la luz del mundo.

“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que están los cielos” (Mateo 5:14).

“Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento” (Isaías 60:1-3).

Por eso, no es hora de estar durmiendo (espiritualmente hablando), sino de estar despiertos. Los que duermen lo hacen de noche y son de las tinieblas, los que están despiertos, son del día, y están en luz.

“Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de luz. (Romanos 13:11-12)

“Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1. Tesalonicenses 5:2-9).

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